011.

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Durante la siguiente semana, Hanae siguió con su rutina manteniéndose lo más alejada posible de Park Jimin. Iba a la universidad, estudiaba, hacía sus proyectos y, en sus tiempo libres, iba a ayudar a su abuela en el restaurante. Trataba de hacer cualquier cosa sólo para no tener tiempo y pensar en lo muy dolida que estaba con su mejor amigo.

Sin embargo, por más enojada que estuviese, seguía extrañando al chico. No iba a dejar de querer a Jimin de un momento a otro, mas también sabía alejarse por tiempo indefinido.

Era viernes por la noche, y Hanae por fin regresaba del local de su abuela—después de que esta última la mandase a descansar—. Estaba agotada, agotadísima. Por alguna razón, más que cualquier otro día, los viernes eran donde más gente llegaba. Su abuela había insistido demasiado en pagarle por toda su ayuda, sin embargo, ella no aceptó ni una sola moneda. Le decía y aseguraba que con el simple hecho de poder ayudar era suficiente.

Terminó de subir las escaleras del tercer piso, pues el ascensor había estado en mantenimiento por unas fallas, y tomó una larga bocanada de aire. Sentía que la mochila le pesaba más de lo normal, y tenía unas ganas inmensas de llorar.

El estar cansada la hacía inestable, y sensible también.

Un suspiro se escapó de sus labios y se colocó mejor la mochila en la espalda para caminar por el pasillo. Caminó despacio, casi arrastrando sus pies, y abrió sus ojos de un sólo golpe al ver un cuerpo sentado justo al frente de su puerta. Un cuerpo masculino, bastante conocido ya, y con cabello rubio.

Park Jimin estaba sentado al frente de ella, después de semanas sin saber de él.

Mantuvieron contacto visual por unos segundos, y luego Hanae rodó con ojos. Avanzó sin importar que estuviese ahí, y le miró insistente.

—Oh, lo lamento—Jimin se levantó de un sólo golpe, y se hizo a un lado.

Ella no murmuró ni una sola palabra, sólo metió su mano en su bolsillo y sacó las llaves. En menos de un dos por tres, la puerta fue abierta y ella dio un paso dentro. Lanzó la mochila a un lado, y se quitó los zapatos, sin embargo, no cerró la puerta. Sólo se adentró a su departamento dejando en claro que él también podía pasar.

Así que Jimin pasó, bastante apenado, y cerró la puerta detrás de él.

Hanae necesitaba un té con urgencia, así que se deshizó de la bufanda que rodeada su cuello, la lanzó en el sofá, y caminó con rápidez hacia la cocina. Podía sentir cómo Jimin la seguía, mas no pareció importarle. Busco la tetera de acero que tenía entre los cajones y la llenó de suficiente agua como para dos tazas de té. Luego, encendió la estufa y la colocó, esperando a que hirviese.

Así que se dio vuelta, encontrándose con el chico. Se encontraba recostado en la mesada de la cocina, mirándole con timidez, y podía asegurar que sus labios estaban guardando algunas palabras que deseaba decirle a la chica, así que ella relamió sus labios.

— ¿Cómo has estado?—le preguntó Hanae, rompiendo el hielo.

—Bastante bien. La época de exámenes ha estado pesada, sin embargo, lo he podido llevar bien—se encongió de hombros, y echó su cabello hacia atrás con su mano. Luego volvió a apoyar esta en la mesada—. ¿Y tú? Te ves cansada. ¿Has estado durmiendo mal?

Ella rió amargamente, y también se encogió de hombros. No quería decirle que parte de todo era su culpa, así que tuvo que morderse la lengua.

—Mis exámenes también me están ahogando. Además, estoy ayudando a mi abuela en el restaurante. Sólo es eso...

— ¿Cuántas horas duermes en la noche?

El cansancio mental no sólo hacía que Hanae sufriese de inestabilidad y sensibilidad, sino que también le provocaba insomnio.

—Las suficientes para no morir. ¿Cuál es la razón de tanto interés?—murmuró a la defensiva, y se cruzó de brazos.

—Te extraño.

Muy bien, él fue el primero en decirlo. Eso llegó al corazón de Hanae como un pinchazo, que no sabía si indentificar bueno o malo. Sólo lo miró, apretando sus labios, y desvió la mirada a otro lado.

—He estado pensando... Estoy muy arrepentido por lo de aquel día, Hanae—habló, y suspiró—. No debí gritarte, mucho menos juzgarte sin saber. Luego de unos días me di cuenta de que te conozco, y sé cómo eres. Sé que no dirías algo que lastime a otro persona sin que te hayan dado razones para hacerlo. Así que lamento haberme comportado como si no te conociese en lo absoluto. Sé que herí tus sentimietos.

Para ese punto, Hanae ya estaba llorando. Las lágrimas corrían por su cara y ella trataba de disimularlas, pero era imposible. Sentía mucho alivio al escuchar todo eso, no tenía palabras para poder explicar lo muy agradecida de que aquello pasase. Jimin era su mejor amigo, casi lo podía definir como su complemento. No le gustaba estar disgustada con él, le dolía.

— Perdóname, por favor—poco a poco avanzó hacía ella, y la rodeó con sus brazos. Él sabía lo mucho que la lastimaba.

Porque, a pesar de que trataba de verse fuerte, las cosas le afectaban más de la cuenta. Sobretodo cuando venían de personas que amaba.

—Eres un idiota—murmuró ella en mitad del abrazo, con una voz gangosa y con cierto odio—. Uno muy grande.

—Lo sé, y perdóname por eso. De verdad lo lamento.

Hanae pudo haber estado enojada durante todos esos días, pero lo único que necesitaba escuchar era eso para sentirse mejor. Le hacía falta su mejor amigo, más que cualquier otra cosa.

—Yo también te extrañe, bobo.


Love Maze↠p.jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora