Dos minutos, un amor

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― ¿Vero, qué te voy a contar? Lo vi dos minutos, ahora estoy embarcando. Aterrizo y te llamo, así hablamos tranquilas pero no le digas una sola palabra, jurámelo ― dijo Liz mientras caminaba apurada por el aeropuerto de Ezeiza con su maleta de mano. Iba en dirección a la puerta desde donde saldría su vuelo a Londres en diez minutos.

― Siempre lo mismo ¿No te aburre ser la chica sin tiempo? Llegas a Buenos Aires, estás dos días, enamorás a un tipo y te vas sin saludar. ¡Hace tres años que no tengo pareja, Liz! No hace un mes, vos entrás, decís ¡Hola!, y el tipo ya está a tus pies, y lo peor, no le das ni la hora ¿Cómo hacés?

― ¡Basta! Yo no hice nada, tengo que resolver un problema legal y punto. Fui a tu estudio jurídico habíamos quedado en eso, ¿a dónde voy a ir en Argentina si no conozco a nadie y mi mejor amiga es abogada? Estaba él y me atendió él. Bajo del avión y te cuento bien, pero por fi, ni una sola palabra a nadie y menos a él, no se te ocurra darle mi número.

― Maximiliano O'Connor es mi compañero de universidad, mi socio, pero mi jefe al fin. El problema ya lo tenemos, me acaba de obligar a que le dé tu número. Me está persiguiendo, el estudio es de su bisabuelo Liz, ¡hello!, ¿perdiste la memoria?

― No se te ocurra dárselo y, ¿cómo no me dijiste que estaba tan bueno el hijo de O'Connor?, ¿cómo yo no sabía de su existencia en este mundo? Siempre me imagine que O'Connor era un señor mayor, cuando me atendió casi me caigo al piso.

― El mayor es el padre Liz. Yo fui secretaria del padre de Maxi hasta que se jubiló hace un par de años, vos ya vivías en Londres; Maxi fue mi compañero de la universidad y cuando volvió de hacer su post-grado en Harvard se unió a nosotros.

- Ahaaa - Liz pensó unos segundos- ¿Y por qué no me dijiste que tenías un compañero familiar de O'Connor joven?

- Porque es un maldito mujeriego impresentable. Nunca hablé de él porque no quería ser la responsable de que ninguna amiga se suicidara, no podía cargar con eso en mi conciencia, jamás le presentaría a Maxi a nadie, tampoco sabía que eras familiar de un O'Connor en cuarta generación nena- dijo Vero levantando la voz.

― No entiendo por qué nunca me dijiste ― dijo Liz, controvertida y sin escuchar las palabras que pronunciaba su amiga.

― Te lo acabo de decir, Maxi es un atorrante, ¿vos me escuchás y te escuchás? ¡Sos psicóloga, please!

― Sí, disculpá ― dijo Liz cayendo a la tierra y desmoronándose, era familiar de O'Connor, el único amor de su tía lejana, Elena, y por lo que ella sabía también había sido amor de Regina. ― No le des mi número, te lo ruego_ agregó a media voz.

― El número lo va a encontrar en el expediente, Liz. Él estaba más nervioso que vos y ni se dio cuenta que le habías dado una tarjeta, ¿tomaron algo?, ¿qué les pasa?

― Noooo, no quiero problemas en mi vida, no los quiero ― dijo Liz haciendo el gesto del llanto ― ¡Quería vivir en Londres, ese era mi sueño, no termino de adaptarme y me pasa esto! el hechizo de un O'Connor a la vista.

― Pero, entonces, ¿ya pasó algo? ― dijo Verónica entendiendo que su amiga ocultaba mucha información.

― Embarco. Te llamo a penas llegue. Te quiero y por favor ni una sola palabra.

Liz cortó el teléfono y en ese instante todos los cuentos y relatos de su abuela Marie Funes Collins, que a su vez habían sido relatados con la característica desfachatez de su bisabuela Clara Funes Collins inundaron su cabeza. Nicolás O'Connor era un abogado bien parecido y anarquista que había llegado a la casa de las Funes por ser amigo íntimo de Juan Ignacio Marsan, también abogado que luego se casó con Lucrecia Funes. Nicolás luego de unas idas y vueltas había estado casado con Elena Funes por algunos años hasta que su temprana muerte los había separado, Elena sufría una enfermedad bastante importante en los pulmones que se la llevaron a muy tenprana edad, él la había amado profundamente, eso estaba confirmado, la había amado como a nadie y la había despedido quedándose con Martín su único hijo producto de ese matrimonio. ¿Sería Maxi pariente de Elena también?, se preguntaba Liz poniéndose nerviosa. Tenía que hablar con Josefina y averiguar sobre esa parte de la familia. Es más podría llamar a Valentina la nieta de Lucrecia Funes que era su familiar más anciano con vida, según Josefina estaba muy bien de salud y gustaba de charlar sobre temas del pasado familiar.

Herederos de la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora