La locura de estar sin vos

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Después de sacarle una diez  fotos al sillón, Maxi volvía a la entrada de la confitería en donde lo esperaba una impaciente Marisa para continuar con la caminata de compras y confesiones cuando, por arte de magia y como si lo hubieran llamado con el pensamiento, se encontraron con Federico, el padre de Maxi, quien había salido a dar una vuelta por la zona acompañado de su fisioterapeuta.

Por supuesto, intentar caminar llevando una silla de ruedas por las calles porteñas no era tarea fácil, y hasta en ciertos momentos se les complicaba en ciertos lugares donde el pasar cómodamente con una silla como la de su padre era prácticamente imposible. Federico llevaba un mes en recuperación debido a una operación en la rodilla, donde había tenido un tumor que los médicos tuvieron que extirpar al obtener un resultado positivo en el análisis de cáncer, y si bien el tratamiento estaba dando excelentes resultados, todavía no se reponia psíquicamente del impacto y le estaba constatando mucho volver a caminar.

El fisioterapeuta se ofreció a acompañarlos hasta su casa pero Maxi, con esta nueva faceta responsable y madura que le había surgido gracias a Liz, agradeció al profesional por ofrecer su ayuda y rechazó la oferta, liberándolo de su obligación. Él sólo se las arreglaría con su padre, la silla y todo lo demás. No sabía bien por qué pero después de la charla con su madre, más allá de todo, Maxi se sentía capaz de eso y mucho más.

Decidieron pasear un rato por la zona ya que Federico se veía realmente animado, y eso era algo que no pasaba desde antes de la operación; el encuentro le había sentado genial, hasta quería hablar de lo que veía en las vidrieras, algo que aborrecía y jamás le había gustado hacer, por lo que optaron continuar con el recorrido como si nada. Ni Maxi ni Marisa iban a desaprovechar semejante oportunidad que a Federico le hacía tanto bien.

Pasadas las ocho de la noche fue su propio padre quien, animado y cansado por partes iguales, después del paseo sugirió la idea de comer algo los tres juntos. Todos decidieron que cenar por ahí sería lo mejor, y si bien durante la cena Marisa hubiera querido sacar de la galera el tema de Liz en más de una ocasión, no tuvo más opción que morderse la lengua y respetar el pedido de Maxi de guardar el "secreto" y nadie dijo ni una palabra sobre el asunto. Al parecer su hijo tenía todo un rollo interesante con Federico, que ella como madre no había terminado de entender hasta ese día durante su charla en la confitería. Sabía que algunas cosas de su padre a Maxi le parecían geniales, así como también sospechaba por cuales nunca había podido terminar de perdonarlo, había temas que su hijo prefería no compartir con él y a esas alturas, eso sería algo muy difícil de cambiar, pero Marisa sabía que Fede podía ayudar a Maxi como padre, y mucho. Por el momento, resolvió que lo mejor era dejar pasar unos días para darle más consejos a su enamorado hijo sobre ese tema. 

Hablaron de leyes, de decoración, de arquitectura, cualquier tema que los distrajera y alegrara la mesa. Por un rato uno de los dueños del restaurante se sentó con ellos, ya que era un viejo conocido de Federico, cliente suyo de cuando se encargó de tramitarle el divorcio. Todo provocó que el tiempo pasara rapidísimo y sin darse cuenta, ya eran las diez de la noche. 

Como pudo, Maxi se las ingenió para trasladar la silla durante las seis cuadras que separaban el restaurante en el que habían cenado del edificio en donde vivían sus padres sobre la calle Alvear, y una vez allí, se despidió con bastante complicidad de su madre y demostrándose afectuoso con su padre, antes de tomar un taxi que lo llevara hasta su casa lo más rápidamente posible.

Cuando entró al departamento sentir ese eco de vacío lo confundió, dándole la sensación de que algo raro había pasado. Estaba todo oscuro. Prendió la luz para encontrarse con que la cocina estaba limpia, impecable y terminada al fin, pero las cosas de las alacenas estaban sobre la mesada, desentonando con el orden del resto de la casa que había quedado inmaculada. 

Herederos de la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora