Viajar trece horas en avión con el corazón roto, y sufriendo la ansiedad y el desasosiego que le producía la nostalgia, eran de las peores cosas que Liz había experimentado en su vida. No era su primera vez, ese ya era un sentimiento que ella conocía, pero necesitaba erradicarlo de su vida. No podía evitar sentir dolor en todo su cuerpo, presión en el pecho, parecía que la angustia se apoderaba de cada partícula que constituía su ser. Aún teniendo a su hermano al lado en ese momento, se sentía fatal y sabía que no iba a poder llevar bien su vida sin Maximiliano.
Paul, era un novato en este tipo de experiencias e intentaba consolarla. Él estaba verdaderamente ansioso por llegar y no sentía que nada de lo ocurrido le molestara, al contrario, se había enamorado de alguien y por primera vez en su vida estaba dispuesto a dar todo por esa persona. Se quedaría en Londres un par de días y volaría a París a primera hora del lunes. Estaba convencido que lo suyo era cuestión de tiempo, hablaría con el director del hospital, necesitaba pedir una licencia especial por al menos dos años, organizaría algunas cosas de su casa para dársela a un amigo de la secundaria que estaba en el negocio turístico, y su departamento podría encajar perfecto para ser rentado como alquiler temporario a partir de marzo, por lo que esperaría a Verónica para pasar el invierno juntos y se arriesgaría.
Había decidido que no trabajaría desde febrero, y si todo iba bien con Vero, se mudaría durante ese mes para, en marzo, comenzar el año escolar en Argentina. Paul ya se imaginaba viviendo en Buenos Aires, sabía que resolvería todo sin apuros y estaba seguro que así fuera una decisión equivocada, jamás se arrepentiría de haberla tomado porque era una experiencia que quería vivir.
Liz, en cambio, era un mar de negatividad. Por el momento no quería decir una sola palabra en la escuela en donde trabajaba, no quería comentar nada con su padre y no pensaba dejar de recibir pacientes. No podía tomar ese tipo de decisiones tan importantes para su vida por una relación que no llegaba a los dos meses de duración, para ella el tiempo era importante y tenía miedo de equivocarse.
El viaje mejoró un poco luego de que Paul decidió que se pidieran un gin tonic cada uno, y recién ahí sí pudieron hablar con elocuencia de sus respectivos amores e hicieron reír a más de uno de sus desconocidos compañeros de viaje. Se consolaron mutuamente y, una vez que ambos estuvieron convencidos de ser personas afortunadas, Liz empezó de nuevo con el rosario de reclamos a la vida por lo que le estaba pasando, y en ese momento los hermanos tuvieron que reconocer que el alcohol no era buen amigo de la lógica para ella.
Una vez en Londres y luego de dormir por algunas horas, se encontraron con su padre y su abuela para almorzar y ponerlos al corriente de las novedades acontecidas. Fue un encuentro bastante emocionante porque hacía casi dos años que no estaban los cuatro juntos. El Sr. Lester sabía que su hija estaba loca por Max y la apoyaba en lo que ella decidiera, y aunque se sorprendió con las novedades de su hijo, sabía claramente que si él decidía ir tras esa chica, eso era algo que valía la pena y haría lo que fuera para ayudarlo. Sabía que a Paul le iría bien en todo lo que se propusiera porque era un optimista por naturaleza, y con una capacidad intelectual más alta que promedio. Algo más difícil fue con su abuela que no era tan condescendiente y había dicho muchas cosas negativas con su dulce voz que atenuaba un poco sus conceptos crueles, entre ellos había dicho que no entendía cómo Liz siendo tan lista y bella no encontraba un buen inglés para casarse. Paul con la misma dulzura le había contestado que ella en el pasado se había casado con alguien de quien se había enamorado, y que sería bueno que deseara lo mismo para Liz, su única nieta. La abuela no había contestado, ya que no tenía mucho para decir y no le gustaba para nada que él la contradijera.
El almuerzo y la merienda habían transcurrido en armonía salvo por eso, y Paul y Liz habían quedado algo cansados. El cambio de clima, el cambio de horario y todo lo sucedido en esos últimos días había sido demasiado para sus cuerpos.
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Herederos de la Distancia
RomanceLa resolución de ciertos asuntos legales hacen que la psicóloga Liz Collins, residente en Londres, se vea obligada a viajar de urgencia a Buenos Aires, su ciudad natal. Solo dos minutos han pasado dentro de la misma habitación con el abogado Maxi...