La distancia y sus consecuencias

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Después algunas semanas incomunicada con todos en Buenos Aires Liz recibía una terrible noticia: Maximiliano O'Connor estaba con su madre en la clínica porque Federico había sido hospitalizado nuevamente. Era trece de diciembre a media mañana, y Verónica, en contra de todas las prohibiciones de Maxi, había decidido meterse y contarle a su mejor amiga estas tristes novedades haciéndola saber también que su novio estaba pasando por una verdadera crisis vital, que ella entendía todo el por qué de tanto secretismo, pero que poniéndose en el lugar de Liz, le hubiera gustado que se lo cuenten.

Luego de la larga perorata de Vero y las excusas del caso, Liz había sacado un pasaje de avión a Buenos Aires con su tarjeta de crédito para el día veintiuno de diciembre. Estaba decidida a viajar aún si él no quería hablarle porque necesitaba verlo y entender cómo seguiría a partir de esa visita su relación. Tenía la idea de esperar unos días para contárselo, pero eso no pudo ser, ya que una vez que Liz cortó el llamado con Verónica, se conectaba por internet con la línea aérea. Cuando estaba terminando de imprimir su ticket de avión, muy ilusionada por volver a encontrarse con su amor, recibió un mensaje de Maximiliano, quien reaparecía después de semanas, como si la estuviera espiando a escondidas.

- ¿Podés hablar? - rezaba el mensaje y leyendo esas dos palabras Liz sentía que respiraba mejor.

- Sí Max, puedo hablar, ¿te llamo? - contestó Liz sintiendo que le volvía el alma al cuerpo después de tantos días. Lo quería, lo extrañaba mucho, mucho más de lo que a veces enojada podía renocer.

Max ni siquiera contestó el mensaje y la llamó en el acto:

- Hola Liz, ¿cómo estás? - preguntó entonces con algo de ternura, haciendo que ella suspire del otro lado del teléfono, hasta había saltado un poquito y besado el pasaje de avión como si fueran sus propios labios.

- Bien, trabajando, ¿vos?, ¿cómo está tu papá? - contestó ella intentando no deschavar a su amiga que le había confesado la situación hacía unos minutos.

- Mal. Internado de nuevo, Liz. Peor que antes. Parece que tuvo un acv, no sabemos nada todavía. - dijo él más triste.

- Pero, ¿qué dicen los médicos? - preguntó ella sin saber bien qué hacer, ni qué decir.

- No mucho. No dicen mucho, pero un amigo me dijo que no hay esperanzas, ¿vos podés viajar? - preguntó él sintiendo que su vida dependendía de esa respuesta.

- Max, no es que no quiera viajar. Sabés que te adoro y que me muero por estar con vos en este momento, lo sabés.

- Bueno, entonces si es así, tenés que viajar ahora, no hay tiempo y el que se muere es mi papá, no vos.- aclaró Max siendo muy duro.

- Sabés qué lo que más quiero es estar con vos, estoy destruída por este tiempo distanciados, y tengo el pasaje comprado para el veintiuno de diciembre. No seas duro conmigo, no me hables así, tengo que trabajar, es la última semana.

- ¿Yo soy duro, Liz? No tenés corazón, se muere mi papá, se muere. No sabemos si va a despertar ¿y vos tenés que trabajar?, si te casas conmigo en seis meses no necesitas trabajar en esa escuela de mierda en Londres, pero ya no creo que lo que dijiste hace unos días sea verdad, no creo que quieras venir a vivir conmigo acá, no te creo nada ¿Sacaste un pasaje de avión para Buenos Aires el mismo día que yo estoy llegando a Londres?, ¡tenés que venir ahora, estar conmigo ahora, acompañarme ahora, no en diez días!

- Pensé que habías cancelado tu viaje a Londres y creí que podía acompañarte en mi tiempo libre, no sabía que pensabas viajar.- dijo Liz sin entender nada.

- Tenés que venir ahora, no pienso en nada, pero nunca suspendí ese viaje. Si no venís esto se acaba, todos los días sueño que tocás el portero de mi casa y venís a verme de sorpresa para estar conmigo en este momento.- aclaró Maxi después algo alterado y triste.

Herederos de la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora