Cambios

209 37 21
                                    

Los días de la última semana habían pasado tan rápido que Maximiliano se había quedado corto de tiempo y aún no terminaba de organizar algunas cosas en su casa para la próxima visita de Liz. Faltaban solo cinco días y todavía quería comprar determinadas cosas para que la estadía de su novia fuera lo más cómoda posible. 

Era lunes y, luego de resolver algunas cosas en la oficina, había regresado a su casa sobre el mediodía para encargarse de ultimar detalles y su madre, algo perseguidora por momentos, lo llamaba por teléfono. Él atendió y no llegó a decir nada cuando Marisa Anchorena ya comenzaba a hablar.

― Maximiliano, ¿cuándo pensás venir a visitar a tu padre? ― Le reprochó ella del otro lado del teléfono. ― ¡Hace varias semanas que no asomas la nariz por casa ni de casualidad! ¿Qué es lo que tanto te ocupa que no podés venir a cenar una noche al mes, mi querido?

― ¡Nada mamá! No seas metida. Estoy preparando mi casa porque viene mi novia de Londres y va a parar acá, sabes que nunca recibo gente y no quiero que se lleve una mala impresión. Desde que volví de Londres estuve con el tema de arreglar el departamento, me prometí no dejarlo para último momento pero bue, por una cosa o por otra me dejé estar y esto es un quilombo. Además te recuerdo que trabajo, y no mientas, sí que pasé a ver a papá, no es mi culpa que vos te hayas ido al spa justo ese fin de semana, mi querida. 

― ¡Ya empezamos con los reclamos! Me fui dos días, querido, nada más. No doy a basto con tu padre casi postrado que me demanda y demanda, como para tener que responder a las tuyas también. ― Marisa guardó silencio por un segundo y retomó al instante el tema anterior: "La novia de Londres" ― Disculpame pero, ¿qué es lo que tanto arreglas esa casa si está preciosa? ¡Te la decoró mamita, hijo! No hay nada malo ahí.

― ¡No lo digo por la decoración, má! ― Se apuró a aclarar frente al tono ofendido de su madre. Podía decirle y reclamarle de todo pero Maxi se valoraba lo suficiente como para cometer el gravísimo error de cuestionar el buen gusto de Marisa Anchorena. ― Nunca había dejado que arreglen la cocina y en mi edificio cortaron el gas por pérdidas, por lo tanto hace dos semanas que tengo a los plomeros prácticamente conviviendo acá conmigo. Es una buena noticia porque la cocina va a quedar impecable, me cambian los caños, pintan todo y colocan los azulejos nuevos que elegí y pagué yo. Quedaron más modernos, me gustan. Voy a dar una buena impresión.

― ¿A vos te parece coherente que jamás te haya interesado una chica y justo la que te interesa al punto de arreglar una cocina a nuevo viva en Londres, Maxi? ― dijo Marisa sintiéndose inquieta y algo preocupada. Jamás le había conocido una novia a su hijo, lisa y llanamente porque nunca había tenido una, y ahora la novia era imposible de conocer por la distancia.

― Mamá, cuando no tenía novia te enojabas porque jamás ibas a conocer un hijo mío, y ahora que la tengo te parece incoherente que viva lejos. Ella es la chica que me gusta y ya vamos a resolver el tema de la distancia. Por eso quiero dar una buena impresión con el departamento, viene en cinco días y todavía me falta comprar un sillón nuevo porque el que tengo era de ustedes y es muy antiguo; quiero un acolchado lindo y un florero por si le compro flores.  Estamos en primavera y sé que le gustan las flores y yo no tengo florero, nunca me compré un florero, ¡no puedo no tener un florero!

Marisa escuchaba detenidamente palabra por palabra. La asombraba que su hijo, a quien jamás le habían importado nada más que las leyes, las fiestas y él mismo, ahora quisiera ir de compras sólo para impactar a una chica ¡Si hasta quería comprar un florero! Era algo extraordinario escucharlo hablar así.

― ¿Pero a vos te pico alguna alimaña? Algo me comentó Verónica el otro día cuando vino para que papá firme unos papeles, pero yo lo tomé como un chiste. ― dijo anonadada, todo de corrido y casi sin respirar. ― Te acompaño, ¡ya está!, lo tengo más que decidido. Mamá te pasa a buscar hijo, decime día y horario y nos vamos de compras. ¿Querés un florero? Mamá conoce dos lugares en Recoleta, excelentes para ayudarte con ese tema de la decoración. Venden unas cosas divinas, preciosas, y de paso te regalo algo yo ¿Qué te parece? ¡Dale, corazón!

Herederos de la DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora