"IV" Contraseñas. (Editado)

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Thomas.

Desde ese instante en el que Dylan no me había correspondido mí amor (sí; un "yo igual" dicho de manera seca y como si fuera obligación, no era algo sincero) decidí que, a partir de ahora, no creía nada de lo que decía su boca, no más.

Ese día, después de que Dylan se arreglara lo más rápido posible sin siquiera dirigirme la palabra e irse, fui a su habitación (sí; ya no consideraba esa habitación como mía) y revisé cada una de sus chaquetas, sacos y pantalones que él tiene.
Tenía que tener algo que lo delatara. Algo tenía que encontrar.

Revisé cada uno y encontré tickets, basura... nada importante.
Una idea apareció en mi cerebro como si fuera un foco: Recordé su ropa sucia.
Caminé hacia el cesto con cierta ansiedad y revisé sus pantalones: Había un recibo de algo que no era basura, para nada era una basura: Un recibo de un accesorio; más específico, un collar.

«—Tal vez es para mí. —Traté de convencerme».

Sin embargo, mi pequeña esperanza, fue derrumbaba cuando vi de que material se trataba.

Plata.

Al segundo, mis emociones, pasaron de "A" a "menos zeta".
Y pensaba dentro de mi pequeña y estúpida mente: «Thomas, de seguro la compró para ti y ya estás pensado que te engaña... tal vez sólo se le olvidó que eres alérgico a la plata».

Esto cada vez se salía más de control. Pensé que las primeras señales, eran un comienzo de algo. Sin embargo, el recibo sobre aquella misteriosa cadena de plata (la cual estaba bastante costosa) era de hace más de tres semanas. Las marcas en el tonificado cuerpo de Dylan fueron encontradas por mí hace menos de una semana. Debía de haber algo más en lo que pueda indagar.
Y por arte de magia, recordé algo bastante crucial.

Salí corriendo hacia su oficina.
Llegué y encendí aquella "laptop" que se recargaba en un escritorio, esperando ha ser usada. Me senté en la silla negra giratoria y encendí aquella importante pista.
Sabía a la perfección su contraseña: El día en el que yo nací; 16/05/90.

Al abrir el computador, su fondo de pantalla era diferente: Él tenía una foto de nosotros dos; ahora sólo era un paisaje que venía por "default" en el computador.

No, Thomas. Esto es una mala jugada de tu cerebro. Tal vez lo cambió como propósito de ir allí, conmigo.
Si, me quería convencer de que eso era.
Sacudí mi cabeza alejando esos pensamientos e introduje la contraseña.

Maldito. Hijo. De. Perra.

La contraseña que yo sabía, era incorrecta. La había cambiado el muy imbécil.

—¡Maldita sea! —Grité, propagándole un golpe al escritorio, el cual no tenía culpa de que mi novio hubiera cambiado su portada ni su contraseña de la noche a la mañana.

Me sentía estúpido. Me levanté y cerré la laptop de un solo golpe. Me encaminé fuera de esa habitación, destilando litros y litros de ira.

«—Él nunca hubiera echo esto... ¡Él no es así! —Me gritaba a mí mismo, tratando de convencerme y encontrar la manera de explicar sus actitudes recientemente».

Estaba mal mi reacción, lo sabía.
Sabía que el cambiar su contraseña probablemente no significaba que no me amara más. Eso jamás podría pasar... jamás, ¿verdad?
A menos de que fuera un cobarde y no me lo dijera en persona; cambiar esas cosas para él era como si me lo dijera. Aunque tal vez esté divagando, decidí que le haría más compañía a mí sofá-nuevo dormitorio. Me encaminé a este y me senté; encendí el televisor para poder distraerme de todo lo que había pasado momentos antes.

Luego de estar viendo series que no captaran mi atención por completo, mi teléfono empezó a sonar.
Revisé quien era, y me llevé un escalofrío.

Dylan.

Dudé en contestar, pues no estaba de humor para hablar después de lo que había pasado; mucho menos con él. Sin embargo, cogí el teléfono y acepté la llamada.

—Hola. —Dije con cierto temor dentro de mí ser.

—¿Thomas? ¿Estas bien?

«—Claro que si, Cariño (apodo que solías decirme). Descubrí que le compraste a alguien una cadena de plata que vale más de mil quinientos dólares, y que cambiaste la contraseña del computador (que por cierto, era mi cumpleaños; ahora, probablemente de la persona con la que estás tirando) y, aparte de toda esa mierda, tu fondo no es el mismo: es aburrido. No me tiene a mí.»

—Sí, ¿por qué no debería de estarlo? —Pregunté, cruzándome de brazos.

—Es que te escuché muy cortante. —Respondió de manera cortante.
¡Vaya que irónico!

—Imaginas cosas, cariño. —Respondí con una sonrisa avecinándose entre mis labios.

Escuché como carraspeaba, un poco incómodo.

—Tienes razón. Bueno, solo quería decirte que llegaré un poco tarde--

—¿Cómo el lunes pasado? —Lo interrumpí.

Claro, como el lunes pasado.
Esa vez que llegó muy limpio y oliendo a un olor desagradable como el de la vainilla.
Me callé por unos segundos después de pensar eso.

—¿Thomas? ¿Sigues ahí?

—Sí, estaba pensando.

—¿En mí?

«Si, en ti.»

—Nope.

Escuché como fingía mi novio un puchero (que si me preguntaban, sonaba como si quisiera deshacerse de una situación incómoda).

Mi novio ya no me ama. —Dijo, obviamente tratando de hacer una broma; la cual salió como si lo dijese en verdad.

«Creo que es al revés.»

—Dylan, me tengo que ir. Necesito hacer unas cosas. Hablamos más tarde. —No quería seguir con esa conversación de mierda. Estaba muy decepcionado, ya no veía (o en este caso, escuchaba) a Dylan de la misma manera.

—Oh, esta bien... te quiero.

—Adios, Dylan.—Y con eso, terminé la llamada; devastado y con voz triste y sin esperanzas.

Not the only one » Dylmas. [AU].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora