XVIII "Kaya".

348 36 23
                                    

Thomas.

¿Por qué las emociones y recuerdos son tan dolorosos? ¿Por qué simplemente no podemos dejar algo sin sentir tanto dolor? ¿Por qué no queremos razonar que esa persona ya no es la indicada para nosotros?

Me fue muy difícil consolidar el sueño después del polvo que echamos Dylan y yo... y ¡carajo! Todo me es más difícil ahora.
Quiero seguir con el plan original: Hacer sufrir a Dylan. Pero todo lo que ha pasado... No, Thomas. No te humilles más así.
Me levanté de la cama lo más silencioso posible, pues Dylan me había aprisionado mi cintura con su brazo. Una vez que me lo quité de encima, tomé mis bóxers que estaban regados en el suelo y me salí de la habitación.
Caminé por el pasillo hasta la sala, donde estaban las cosas tal y como las dejamos. Palomitas de maíz en la mesa de centro, cojines un tanto desordenados, televisión prendida, etc.

¿Cómo mierda le hago ver todo el dolor que me causo? ¿Cómo hago para no sentirme tan mierda al hacerlo?
Recordé a una amiga mía, quien perdí su amistad a causa de Dylan; pues ella había visto las 'alertas rojas' en nuestra relación, mucho antes que yo. Obviamente no le creí porque estaba cegado por Dylan, y decidí perder su amistad de años a perder a Dylan.
Sabía que era una probabilidad mínima que ella quisiera volver ha hablar conmigo, pues dejé nuestra amistad cuando sólo llevábamos dos años de relación Dylan y yo.

Busqué mi teléfono entre los sillones. Lo encontré. Lo desbloqueé y busqué su número -que espero que no lo haya cambiado, pues todo se iría a la mierda-. Lo encontré y le di a marcar.
Un pitido, dos pitidos, tres pitidos...

"—¿Hola?

—¿Kaya?

¿Thomas!

Sentí una gran alivio. Ella seguía teniendo este número.

—Sí, soy yo...—No sabía cómo empezar".

¿Qué quieres?

Sí, ella seguía odiándome. Y créanme, si yo fuera ella, también lo haría.
Tenía que ser directo, no tendría que darle muchas vueltas al asunto, pues le daré toda la razón.

—Tenías razón. Yo... ugh... tenías razón sobre Dylan.

Ella se quedó en silencio. Pensé que me había colgado, hasta que, habló.

¿Cómo te diste cuenta?

Sentí como mis ojos se cristalizaban. Tomé una bocanada de aire y hablé.

—Descubrí que me engañaba. Y no solo una vez, quien sabe cuántas más. Él cambió... me pegó. No solo una vez, sino varias. Me...—De verdad me dolía contar la historia—Me corté, degradé y humillé por él, Kaya—Y eso fue todo para que empezara a llorar.

Ey, Tommy. Escúchame, ¿si?

Traté de calmarme. Volvió ha hablar.

Yo estoy aquí—Dijo con esa voz dulce—¿Sigues viviendo donde siempre?

Retiré ciertas lágrimas de mis mejillas y hablé.

—No, yo me mudé con Dylan... pero—Escuché como ella gruñó—puedo pagarte un hotel--

Te recuerdo que soy una mujer independiente, Thomas. Puedo pagar mi hotel yo sola.

Sí, definitivamente era Kaya. Sonreí involuntariamente.

—Uy, perdón.—Reí por lo bajo

Los dos comenzamos a reír. Una vez que paramos, ella habló.

Voy a tomar el vuelo más rápido que haya, ¿okay?

—¿Qué? Pero son las tres de la madrugada, y...

Te recuerdo, imbécil—Me interrumpió—, que, en Londres, vamos ocho horas adelante que ustedes, retrasados. Así que son las diez de la mañana.

Rodé los ojos.

—Perdón.

Ella rió.

Te perdono—Dijo—. Si tengo suerte, te veré como a las diez de la noche, horario americano.—Explicó.

—Espero que tengas suerte—Dije—. Una cosa más.

¿Si?

—Gracias por no haber cambiado tú número telefónico.

Sabía que esto iba a pasar, así que, lo conservé.—Dijo ella

Yo solo solté una carcajada.

Thom...—Volvió ha hablar.

—¿Si?

Te extrañé demasiado.

Una lágrima de nostalgia, apareció en mi mejilla izquierda.

—Yo igual.

Nos despedimos y colgué el teléfono.

—¿Quién era?—Escuché detrás de mí.

Me espanté. Me giré para verlo. Estaba en bóxers, con los brazos cruzados y una ceja alzada.
Digamos que después de lo qué pasó entre Kaya y Dylan, Dylan, odia a Kaya; también Kaya odia a Dylan.
Decidí decir una pequeña mentira.

—Era mi madre—Empecé a explicar—... Es que se le olvidó que nos llevan ocho horas—Recordé lo que me dijo Kaya.

Él solo asintió.

—¿Seguro?—Dijo, una lágrima rodó por su mejilla.

Asentí.

Él se acercó y me abrazó. Comenzó a llorar en mi hombro.

—No me dejes...—Susurró en mi oído—No lo hagas.

Sinceramente, no iba a decirle que no lo haría, pues por una razón le había hablado a Kaya. Sin embargo, lo abracé y mimé su espalda. No estaba diciendo que sí lo haría, pero tampoco dije que no.

Not the only one » Dylmas. [AU].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora