XXII "La almohada de Dylan".

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Semanas antes.

Thomas.

Todo se ponía más raro. Desde esa vez que Dylan y yo hicimos el "amor", mi comunicación con Ki, incrementó.
Hoy, quedamos en salir.

Nos la pasamos bastante bien: Juegos mecánicos, algodones de azúcar... Definitivamente una cita de típicos chicos de secundaria.

Regresamos a mi casa y todo pasó.

—Ki... para.—Pedía entre jadeos.

—¿Por?—Preguntó entre beso y beso.

—Quiero hacerlo en el cuarto.—Dije caminado hacia atrás.

Él sonrió y me siguió. Llegamos y lo boté a la cama salvajemente. Me senté a horcajadas en él y seguí con el apasionado beso. Divisé la almohada favorita de Dylan.

«Vas a empezar a pagar desde este momento, O'Brien»

Me levanté y Ki apoyó su cabeza en la almohada de Dylan.

¿Qué sentiría que otro chico descanse su cabeza ahí mientras se coge a su novio? ¿Qué sentiría si supiera que un poco de semen se chorreara en esa almohada? Debería comprobarlo.

Tomé las caderas de Ki y tiré de su camisa, dándole a entender que la quería remover. Él entendió y se alzó para quitársela. Terminé removiéndome también la mía.

—¿Qué pasaría si remarcó todo tu pálido abdomen con mi boca?—Preguntó Ki.

—Me excitarías demasiado, Ki.—Respondí.

Sonrió y empezó a lamer mi cuello, marcándolo poco a poco. Su boca descendió hasta mi abdomen, donde también dejó pequeñas marcas. Yo solo daba pequeños jadeos y respingos ante su contacto con mi piel -la cual es muy sensible-.
Moví mis manos hacia su cinturón, el cual desabroché habilidosamente.
Él captó todo y me quitó de encima suyo, retirándose su pantalón y bóxer. Hice lo mismo.

Una vez desnudos, retomamos la misma posición que teníamos antes: Él recostado (con su cabeza en la almohada de mi novio) y yo sentado encima suyo.
Tomé su pene y lo alineé en mi entrada.

—¿No necesitas estar dilatado?—Preguntó jadeando.

—Ya me acostumbré—Y la metió de un solo golpe.
Me incliné hacia él y cerré mis ojos, dolía. Un dolor que poco a poco se volvió en placer.

Moví mis caderas en círculos, volviéndolo loco. Puse mis manos en su pecho y tomé impulso, casi sacando su pene, pero volviendo a dejar que me penetrara profundamente. Los dos jadeamos.

—La almohada... es demasiado cómoda.

—¿Piensas en... eso?—Pregunté, divertidamente.

—Tú solo sigue montándome... Déjame disfrutar.—Cerró sus ojos y sonrió.

Reí ante eso y seguí montándolo.
Movía mis caderas de arriba hacia abajo; él las sostenía, dándome impulso.
Seguimos así hasta que él me volteó.

—Pon tú condenada cabeza en esa almohada, y ponte en cuatro.—Dijo dándome una nalgada.

—Sí, señor.— Reí ante sus exigencias.
Hice lo que me pidió y sentí como se volvió a meter dentro de mí.

Se movía bastante lento y profundo, causándome placer e impaciencia.

—Mierda. ¿Podrías moverte más rápido?—Dije frustrado.

Él acercó sus labios a mi oreja y habló.

—Lo que ordenes.—Y mordió mi lóbulo, alejándose después.

Not the only one » Dylmas. [AU].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora