Parte uno: El día que marcó el final.

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OMNISCIENTE.

«¿Quién es?, ¿Quién es esa persona que usa un olor tan desagradable como el de la vainilla? Y peor aún, ha estado bastante cerca de mi chico, a tal punto de embarrarle aquel olor.», pensaba Thomas.

Estaba recostado en el sofá, esperando a Dylan.

Luego de que Dylan se saliera de aquella situación en la que Thomas lo cachara en una mentira, se dirigió al cuarto. Se quitó la ropa y se adentró al baño que se encontraba en el cuarto de aquellos dos. Se bañó, se puso su pijama y se encaminó hacia la sala.

Se sentó al lado de Thomas; pasó su brazo alrededor del cuello del rubio hasta su hombro y lo acercó más a él.

—¿Cómo te fue sin mí? —Preguntó.

—Bien, ya sabes, lo normal.

—¿Lo normal?

—Sí. Terminé de hacer unas cosas en la universidad, nada divertido.

Dylan soltó una pequeña risa.
Acercó sus labios hacia los de su rubio favorito.

Thomas no sintió nada como lo hacía antes: Los fuegos artificiales ni como si algo se derritiera dentro de él. No. Tal vez era el hecho de lo que había pasado horas antes. Sí, tal vez sería eso...
Al término de ese beso, Dylan, tomó el mentón de Thomas y habló.

—No sabes cuánto te amo. —Dijo el castaño con una sonrisa que dejaba al desnudo sus lindos hoyuelos.

—Ni tú, Dylan, ni tú. —Respondió Thomas, sonriendo de lado.

Dylan dejó otro beso en los labios de Thomas. —¿Ya está la cena? —Preguntó.

—Sí, está en el microondas. —Respondió Thomas.

—Okay. Ahora vuelvo. —Thomas asintió.

En ese pequeño pero largo segundo, Thomas, distinguió una marca morada en el cuello de su amado. No logró ver más, simplemente un pequeño círculo morado.
Thomas quería pensar que solo se había tratado de una mala jugada por parte de la luz.
Dejó pasar esa marca y esperó a Dylan.

[...]

Habían acabado de cenar, y se fueron a la recámara para poder dormir y descansar finalmente.
Una vez que estaban acostados y con las luces totalmente apagadas, Thomas, quería ver si aquella marca era real o era solo la luz. La duda le seguía carcomiendo los sesos después de haberla visto.
Afortunadamente, Dylan, tiene el sueño pesado. Ni una bomba nuclear lo despertaría. Y si lo haría, sería demasiado tarde (o imposible), pues ya habría muerto para ese entonces.
Thomas esperó al rededor de unos treinta minutos, pues no quería ser cachado en pleno acto. Luego de que este tiempo pasase, empezó a buscarla entre esa playera holgada blanca que portaba el castaño.

La encontró.

Y no solo había una, sino varias de ellas; las cuales descendían hasta su abdomen bajo (por lo que pudo curiosear).
Talló con su dedo aquellas marcas de manera no tan fuerte, pues podría caber la posibilidad de despertarlo. Quería checar que no fuera pintura que lo salpicó, lo cual era imposible, pues Dylan no trabajaba en algo que lo relacionara con las pinturas.

Nada. No se desprendían las marcas de aquel abdomen marcado.

«No es pintura...», pensó Thomas.

Se volvió a acomodar en la cama; se volteó para quedar viendo hacia la ventana. La luz de la luna entraba y era ciertamente visible, pues las persianas la tapaban lo suficiente.
Las lágrimas no tardaron en salir.

—No es pintura... —Dijo en voz baja; y con ello, cerrando los ojos, en esperanza de que fuera un mal sueño.

Lo que no sabía Thomas, es que sería la última vez de ver a Dylan de esa manera. La última vez que se comportaría como el hombre que amó.

Not the only one » Dylmas. [AU].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora