XIV "Cortes para el alivio".

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Thomas.

La puerta principal se escuchó por toda la casa. Dylan había llegado. Yo estaba en nuestro cuarto.
Me sentía mal. No tenía fuerzas de hacer nada. Quería quedarme en la cama para siempre.
Escuché sus pasos retumbar por toda la casa: sus pisadas empezaban a acercarse a -como me lo había dicho antes- nuestro cuarto.
La puerta se abrió. No estaba viendo hacia ese lado, veía hacia la ventana.

—¿Por qué estás acostado?—Escuché su voz ronca.

—Es tarde, Dylan. Se supone que tenías que llegar hace unas horas.—Dije sin verlo. La ventana parecía mucho más interesante que todo lo demás.

—Thomas: Es viernes. Los viernes salgo del trabajo a las tres de la tarde. ¿Qué no lo recuerdas?

Fue en ese momento que mi cerebro hizo click.
La ventana me hacía ver obscuridad. No me dejaba ver ninguna luz que emitiera el sol. Parpadeé, y de repente, la ventana, dejó verme una gran luz que emitía todo lo demás.

Vaya, mi cerebro me jugó una broma. Había amanecido y yo no me había dado cuenta.
Me sentí tan desorientado.
Levanté un poco la cabeza y me di la vuelta, esta vez viendo en dirección en donde estaba Dylan.

Él me veía con una cara de confusión.
Pensé que se me acercaría y me preguntaría si estaba bien, si algo me ocurría, si quería que fuéramos al médico.
Sin embargo, rodó los ojos y se fue a la sala. Me confundí demasiado. Se supone que había regresado todo a la normalidad.
No pude contarme y grité.

—¿No te importo?—Me senté en la cama.
Escuché un suspiro de cansancio, como si lo estuviera agobiando por una pregunta tonta que hubiera hecho.

Me levanté de la cama y caminé hacia el pasillo. Lo vi al lado de la puerta principal.

—¿Qué no te importo?—Volví ha preguntar, señalándome (aunque no me viera).

Él volteó y me vio con una mirada de cansancio, agobio.
Algo dentro de mi se estrujo debido a su mirada.

—Si vas a estar así, mejor no regreso dentro de unas horas.—Sacó sus llaves y empezó a dirigirse más cerca a la puerta.

«Lo pierdes, Thomas. No queremos estar solos, ¿o si?»

Corrí hacia él.

—No quería decir eso. Por favor, perdóname.—Dije, rogando.

Me acerqué a él y le toqué su hombro, esperando a que entendiera.

Me vio extrañado.

—¿Qué haces?—Vio su hombro.

—Perdóname, Perdóname. No quería hacerlo. No te vayas.—Dije, volviendo a rogar.

Me alejó de él.

—Suéltame, loco.—Encajó las llaves en la puerta y comenzó a abrir de esta.

Me le volví a abalanzar, esta vez, abrazándolo.

—¡No me dejes!—Empecé a llorar.

—¡Que me sueltes!—Y me aventó al suelo, alejándome de él.

«¡Lo perdemos, Thomas! ¡No podemos estar sin él! ¡No lo dejes ir!»

Me le volví ha abalanzar, esta vez, abracé sus piernas.

—¡No me dejes!—Decía entre gritos.

Me soltó una patada y me alejó definitivamente.

—Estas demente. Vete a un psicólogo.—Y con eso, salió por la puerta.

Not the only one » Dylmas. [AU].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora