23. Vete a la M

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- ¡¿Qué demonios?! —le digo al chico.

- ¿Algún problema? —dice— ¿Qué no te da gusto verme?

- Mmm... lo siento, Gregory. Es que me tomaste de sorpresa. Pensé que eras... —me interrumpe.

- ¿Carlos? —asiento— es que vi que te incomodo un poco lo que hizo Paola y cuando te fuiste, Carlos no se dio cuenta y yo te seguí.

- Ahh, está bien —vacilo un poco la cabeza pensando.

Me siento en la arena y le hago una seña a Gregory para que se siente a mi lado. Miro hacia atrás y veo cómo Carlos está muy entretenido hablando con Paola.

- ¿Qué hay de nuevo? —me dice sacándome de mis pensamientos.

- Nada nuevo.

- Sabes, me gusta una de tus amigas —me sorprende porque no da rodeos— es más, viene siendo... Pues, es Diana y ella, bueno ella —suelta una pequeña risa.

Me río ya que se ve muy tierno. En eso llega Carlos.

- ¿Qué es tan gracioso? —dice en un tono frío.

- Creo que me voy. Ally, esto no queda aquí —le guiño un ojo y veo cómo Carlos sigue a Gregory con su mirada.

Carlos se sienta a mi lado pero yo hago como si no estuviera. Estoy celosa, no entiendo para qué Paola me pidió perdón si seguirá coqueteándole a mi novio. Me alejo un poco de él.

- ¿Se puede saber que no han terminado de hablar? —me dice frío.

- No lo sé, ¿en verdad te importa? —le digo en el mismo tono.

- Sí te pregunto es porque me importa —dice.

- Igual no te diré nada, tal vez Paola sabe —le digo rodando los ojos. Carlos vacila un poco y sonríe — ¿Qué te causa gracia?

Se encoge de hombros y me toma de los brazos e intenta besarme pero me alejo— ¿Qué te pasa?

- ¿Terminaste de ignorarme? —frunce el ceño.

- No te he ignorado.

- Eso no es lo que pareció los pasados 20 minutos —ruedo los ojos.

Carlos me toma de la cintura y me carga como un saco de papas. Lo golpeo en la espalda para que me suelte pero es imposible. Cada vez que intento me agarra más fuerte. Comienza a caminar hacia el agua. Al entrar me baja y me agarra de la cintura apegándome a su cuerpo. Sigo luchando para que me suelte pero me apega más a él.

Acuna mi cara en sus manos y besa, intento no seguirle pero es imposible. Sus labios son como una adicción para mi. 

- No te puedes resistir —Me dice.

- No me sorprende tu ego —le digo rodando los ojos.

Agarra mis piernas y las enrollo en su cintura; me da un beso corto y pasa a morder y a succionar mi labio inferior.  Poco a poco puedo sentir su erección contra mi entrepierna, lo que hace que suelte un leve gemido.

- ¿Sabían que hay habitaciones? —nos interrumpe Ashley. Ruedo los ojos— Ay, por favor. Me dan diabetes —le saco el dedo del medio y se va riéndose y negando con la cabeza.

Amor Bipolar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora