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El estruendo que hacían los golpes en la puerta se escuchaba hasta el segundo piso. Como rutina de cada semana corrí a mi habitación. Mamá siempre tardaba en llegar a la puerta cuando los guardias de ORDEM llegaban a la revisión semanal. Yo aún no entendía por qué tenía que haber una cada semana, Reg decía que era porque habían mutantes que se ocultaban en las casas, pero si eso fuera cierto no tendría sentido revisar cada semana algo que tal vez no encontrarían, aunque si era cierto que la cantidad de mutantes había aumentado desde que terminó la guerra.

Puse mi mano en el suelo para ver lo que ocurría. Los guardias entraron sin mirar a mamá – como siempre – quien admiraba con los ojos muy abiertos – como siempre – las enormes armas que éstos portaban.

- Señora Vansee – escuché decir a uno de los guardias – ya sabe a qué venimos y ya conoce la rutina.

"La rutina", hay dos puntos de vista desde donde se puede apreciar la rutina.

La de los guardias: Aparecer cada Viernes por la tarde, repetir las palabras recién mencionadas por “Michael” - según alcancé a leer desde mi habitación en la placa del guardia de la derecha -  revisar toda la casa con todas las personas que la habitan estando en el vestíbulo, no encontrar nada y largarse sin despedirse; todos los agentes de ORDEM con sus armaduras totalmente blancas y sus armas de casi un metro de largo que había conocido hasta el momento habían mostrado la misma actitud fría y distante.

Y luego estaba mi punto de vista: Aparecen dos agentes de ORDEM bien armados en cada puerta, exigen que los habitantes de cada casa se reúnan en un punto de la sala con la amenaza de disparar para así poder husmear por donde quieran y no encontrar nada para salir por la puerta y largarse a la siguiente casa sin decir nada más.

- Eh… si, - dijo mamá desde abajo - ¡Niñas, bajen por favor!

Tuve que apurarme más de lo normal, rápido, la manzana mordida, los cepillos de dientes y de pelo y los pañuelos a la viga floja del suelo bajo mi cama, las cartas anónimas y los ahorros dentro del cajón oculto tras el armario, y la esfera de metal que uso para practicar  en el hueco de la pared tras la pintura.

Ecuché a Reg abrir la puerta de su habitación al otro lado del pasillo, asomé la cabeza.

- Llegaron temprano hoy – susurró ella, estaba parada frente a su puerta aún en su ropa deportiva con los audífonos caídos en sus hombros – ¿son los de siempre?

- Si – contesté – al menos por Michael, a el otro no le alcanzo a ver la placa.

- Lo siento señores, ya saben cómo son, siempre tardan – decía mamá a los guardias desde la entrada de la casa – ¡Reg!, ¡Maggie! ya saben que mientras más rápido mejor!

- Será mejor que bajemos – susurró Reg – aunque aún tengo curiosidad de saber si llevan las armas con intención de disparar.

La miré divertida, Reg y yo nunca nos tomábamos en serio las revisiones, aunque nos puedan poner en peligro algún día. Cerré la puerta de mi habitación pensando en lo tonto que era ya que ellos la volverían a abrir luego y bajé las escaleras con Reg siguiéndome por detrás. Al llegar abajo vi a mamá con el delantal puesto junto a los dos guardias, “Alex” leí en la placa de el otro hombre, no era el de siempre, esa placa había dicho “Martin” desde hacía dos años, y antes de eso nuestra colonia la tenían asignada “Diego” y “Clarence”, no pude evitar preguntarme donde estaría Martin en ese momento.

- Quédense aquí mientras regresamos, - era Michael el que hablaba, aunque era difícil saberlo por que hablaban a través de un casco.
Las tres lo obedecimos y nos sentamos en los viejos sillones que poblaban la pequeña sala del vestíbulo -  las quiero sentadas a las tres sin decir nada a menos que se los indiquemos.

OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora