Capítulo 3

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Repaso la libreta en mis manos.
Debería hablar de lo que ocurrió.
No debería hablar de lo que ocurrió.

Las dudas no dejan de desatarse en mi cabeza. La lista de Pros y Contras no me sirve de mucho.
Me siento como una adolescente decidiendo si va a copiar o no en un examen.

Pero no puedo decirlo. Si lo hago ¿Cómo explicaré que pude detener al líder de una peligrosa banda de atracadores y no lo hice?
¿Cómo les explico que le dejé escapar porque él me perdonó la vida?
Eso no haría más que aumentar las dudas que todos mis compañeros y jefes tienen sobre mi.

Echaría más gasolina a la llama ardiente que hay sobre mi. Pondría más luz al foco sobre mi cabeza.

Y no puedo permitirme algo así.

Hice una llamada anónima para denunciar el club de Striptease, fingí ser un testigo visual que deseaba permanecer anónimo.

Tal vez la única manera de que me tomen en serio es resolver este caso por mi misma.
Detenerle.

Me resulta totalmente misterioso ese atracador, como si todo a su alrededor fuera una gran sombra. Más allá de los atracos, es su aura lo que me da escalofríos. Su forma de actuar.

Es calculador. Profesional. Líder. Observador. Inteligente.
Y caliente como el jodido infierno.

¡Borra eso, Caitlin! Centrate en tu jodida misión y deja de pensar con las tetas.

Suspiro y arranco la hoja de la libreta, haciéndola pedazos y lanzándola a la papelera.

Alguien golpetea la puerta de mi despacho.
—Adelante. —Josef atraviesa la puerta y la cierra tras él.
—¿Estás bien? —Asiento.
—Oye, ya es algo tarde... ¿Te gustaría ir a tomar una copa? Necesitas relajarte. —Se sienta en el pico de mi mesa y desabotona su chaqueta gris.

Muerdo mi labio despacio, cavilando.
—Estoy muy cansada, Josef. Pero gracias. —Lo declino suavemente.
No es la primera invitación que recibo por su parte. Al principio, creí que eran amistosas pero dejé de pensarlo cuando intentó besarme.
Desde aquel día, he mantenido las distancias.

Es un hombre guapo, inteligente y agradable.
Pero hay algo en él... Más bien, es algo que falta. La chispa, la atracción.
No provoca nada en mi. No activa mis sentidos.

Sonríe mientras asiente levemente, algo decepcionado.
—Otro día será. —Acabo por añadir, poniéndome de pie y tomando mi bolso.
—Nos vemos mañana, Snow.
—Nos vemos mañana.

Salgo de la oficina y el aire frío de la noche impacta en mi rostro.
Conduzco por las carreteras con la música a medio volumen.
Por fin llego a casa y lo primero que hago es lanzar mis tacones al aire.
Alzo mi pie para sobarlo y me dirijo hacia mi habitación.

Retiro la chaqueta tono amarillo pastel que llevo hoy y me desabrocho todos los botones de mi camisa interior.
Entonces, veo una sombra reflejada en el espejo y me giro con brusquedad.
Me apego a mi pistola y la mantengo en una posición baja pero firme, dispuesta a disparar.

Cuando cruzo la esquina de mi salón, un golpe hace que mi pistola caiga al suelo y alguien me estrella contra la pared.
—Buenas noches, Agente Snow. —Apreto los dientes con fuerza.
—¿Qué haces en mi casa? —Curva sus labios en una sonrisa.
—Te devolví el favor. Ya no hay razón alguna por la que no pueda meterte una bala en la sien. —Mis palabras no hacen más que causarle gracia.

—¿Y cómo explicaras que estuviera aquí, en tu casa? Podrían pensar que... Teníamos una relación personal y por eso te dejé escapar. —Me recuerda. Quiero golpearle con fuerza y meterle esposado en mi coche. Pero no lo hago.
Tan sólo lo empujo y lo separo de mi.

—¿Qué es lo que quieres de mi? —Tomo la pistola entre mis manos y le apunto.
—¿Vas a dispararme? —Se burla, señalando el arma. Entonces, sin pensármelo, apreto el gatillo. Apuntando a su pierna.
Pero el único sonido que eso provoca es una larga carcajada por su parte.

—¿Te has asegurado de que tenga balas? —Giro el cañón hacia mi y frunzo el ceño.

¿Qué coño le ha hecho a mi pistola?
¿Cuando me la ha quitado?

Lanzo el arma al suelo y corro hacia él, decidida.
Mi mano se cierra y apunta a su cara, lo esquiva.
Pero mi siguiente puño se dirige a su estómago y acierta de pleno.

Cuando se dobla sobre sus rodillas, sus piernas se mueven y me patea bajo, en los tobillos. Caigo al suelo y desde ahí, le lanzo una patada que le hace caer justo a mi lado.
Antes de reaccionar, su cuerpo se mueve y se pone sobre el mío, apresando mis manos sobre mi cabeza.

—Calmate, preciosa. —Me susurra y su voz se vuelve más ronca por momentos.
—Sueltame. —Siso. Trato de zafarme en vano.
—Vamos a quedarnos así hasta que te calmes así que... —Va mirando mi rostro de centímetro a centímetro. Y su mano libre roza mis mejillas.

De repente, el calor de la frustración se combina con la intensidad del momento y comienzo a notar la temperatura subir en mi rostro.

Trato de calmarme.

Su mano dibuja cada línea de mi rostro hasta llegar a mis labios.
Los repasa y sus ojos se centran ahí.
Comienzo a tener problemas para respirar y tomo aire por la boca, entre abriendo los labios.
Los noto tan secos que me los repaso con la lengua en un acto reflejo.
—No me tientes... —Me susurra. Cada vez más cerca. Trago saliva.

—¿Qué quieres de mi? —Vuelvo a preguntar o eso creo. Porque mi voz escapa en un susurro ronco que nunca antes había oído.
Y creo que eso me hace inconsciente.
Porque estoy debajo de un criminal, siendo tocada impunemente por él.
Pero no reacciono. O tal vez es que no quiero hacerlo.

—Te conozco, Caitlin... Estás tan aburrida de ellos... Sólo quieres aflojar. —Un gemido bajo e involuntario escapa de mis labios cuando su mano libre se posiciona en la abertura de mi camisa. Dibuja una línea recta con un sólo dedo, pasando por el medio de mis pechos. Y se queda ahí.

—Te encanta la adrenalina... Por eso corriste detrás de mi en el banco. Te gusta casi tanto como los chicos malos. Sólo quieres cruzar esa línea ¿Verdad? —Cuando su mano entera se queda en medio de mis pechos, rozando éstos, cierro los ojos.

Su tacto es tan ardiente que enciende cada uno de mis sentidos, activa cada célula de mi cuerpo.

Y sé que no debería hacer esto. Pero se siente tan condenadamente bien...

Otro suspiro se escapa entre mis labios y me dejo llevar por cualquier instinto primario que tenga.

Y la situación no hace si no empeorar cuando noto como sus labios se posan sobre mi cuello.

—Tienes la respiración entrecortada... —Otro beso húmedo.
—Las pupilas dilatadas... —Y sigue trazando un camino de besos húmedos que no hace más que bajar por mi cuerpo.
—Y tus manos están aferradas a mi camiseta. —Abro los ojos de golpe. Y sólo entonces soy consciente de que ha liberado mis manos y éstas se han convertido en puños con la tela de su camiseta.

Reteniéndole. Acercándole.

Unas sirenas policías comienzan a oírse de fondo.

—Nos veremos en tus sueños, preciosa. —Y desaparece como ha venido. Entre las sombras.

Dejandome tirada en el suelo. Confusa, muy confusa.
Y caliente como nunca antes en mi vida había estado.

Bueno... Pues... En fin... Pues al final se ha quedado un buen día ¿Eh? Hace calorcito. Digo solecito...

CRIMINAL. Snowbarry. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora