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El cartel se ilumina delante de mis ojos. Unas enormes letras con luces neón. "DirtyDream" El propio nombre me da arcadas. Muy típico de un asqueroso cerdo como él. Camino dentro sin ningún problema, el guardia se aparta a mi paso como si se tratara de la Reina y me permite avanzar. Como en estos típicos locales, hay varias bailarinas contoneándose en barras americanas. Hay un grupo de hombres metiéndoles billetes en la ropa interior y babean tanto que podrían nadar en sus propia saliva.
Hago una mueca de asco. Nunca he soportado este tipo de lugares. Hay una barra que atraviesa todo el bar y tres camareros tras ella. Me dispongo a acercarme a esta pero entonces, dos manos se posan en mi cintura y detienen mi caminar. -Me encanta como te queda el cuero... -Susurra esa voz en mi oído. Aparta un mechón de mi pelo y puedo notar su aliento en mi cuello.
-Sueltame o te meto un tiro en la sien. -Amenazo, susurrando en un tono exclusivo para él. -¿Quieres respuestas, Caitlin? -Asiento, apretando los labios. -¿Qué crees que hago aquí si no? ¿Ser una bailarina más? -Entonces, sus manos tiran de mi cintura y quedo totalmente pegada a él. -¿Ya vas a desnudarte? Creí que tardarías más. -Su risa me eriza la piel y la rabia comienza a acumularse en mi cuerpo.
Entonces, su mano se posa en la parte baja de mi pierna. Le doy un fuerte manotazo. Ninguno de los dos quiere llamar la atención. Vuelve a reír. -Tú quieres respuestas. Yo quiero tu pistola. ¿Cómo le dijiste a Josef? Ah, si... Si quieres algo, te cuesta algo. -Sé que no tengo más opción y dejo que su mano vuelva a mi pierna.
Se recrea, subiendo despacio hasta llegar al borde de la tela de mi vestido. Allá donde sus manos tocan, un cosquilleo inicia. Cierro los ojos y un suspiro involuntario se escapa por mis labios. No quiero perder el control. No quiero perderme a mi misma.
Levanta con cuidado la tela de mi vestido y por fin agarra la pistola. Me libera y tomo una bocanada de aire cuando lo hace, aliviada.
Me duele admitirlo. Me jode y me molesta. Pero su tacto me vuelve loca.
¿Cómo puede alguien hacerte dudar de toda tu vida en menos de dos semanas?
¿Cómo puede un roce destruir todas tus barreras?
Se pone delante de mi y camina entre la multitud, le sigo.
Atravesamos un par de puertas hasta llegar a un despacho algo sucio y con mal olor. Frunzo el ceño. Sólo hay una mesa de madera llena de revistas y una silla detrás. Pone mi pistola en la mesa. -Has robado millones y vives en una cloaca. -Suelto sin pensar. Él deja escapar una risa. -No vivo aquí, Snow. Es uno de los muchos negocios que controlo. -Se recarga sobre la mesa y me mira de arriba a abajo. Repentinamente, siento que su mirada me desnuda.
-Lo sabes todo de mi. Sabes donde voy a estar, sabes mi nombre. Sabes cuando entro por las puertas de tu puto Club. -Enumero, contando con los dedos. -Mandé que te investigaran. -Dice alzando las manos, simplemente.
-Y tengo cámaras en todos mis locales. Nada se escapa a mi control. -Sé que eso último va con doble sentido por la forma en la que sus labios se curvan en una sonrisa pícara.
Cree que es el único que sabe jugar. Pero yo también sé jugar.
-Nos hemos cargado a tres de tus atracadores. Sólo quedas tú y otro. ¿Cómo vas a atracar ahora? -Ahora soy yo quien se burla. Deja escapar una risa y su mirada grita que no he dado ni una. Me mira como a una niña inocente que pregunta a sus padres de donde vienen los niños.
-¿En serio crees que sólo somos cinco? Vaya, te creía más astuta. -De su bolsillo, saca un cigarro que engancha entre sus labios. Centrate, Caitlin. Centrate. Cada palabra que dice te lleva a estar más cerca de hacer que toda la banda caiga.
-Somos un grupo mucho más grande que cinco, preciosa. Y rotamos. Rotamos mucho. -Trago saliva.
La duda comienza a invadirme. ¿Por qué me está respondiendo? ¿Por qué me lo está contando?
-¿Por qué respondes a mis preguntas? -Se levanta de su sitio y con paso firme, se detiene frente a mi. El miedo me llena en ese momento. -¿Vas a matarme? -Busco en mis medias, olvidando que él tiene mi pistola.
¡Tiene mi jodida pistola! ¿Qué tan mal estoy para haberle entregado mi maldita arma?
-¿Para que iba a matarte? Estás a punto de caer. -Sus palabras son como dagas que se quedan varadas en mi estómago. Niego despacio. Sin saber que más hacer. -Un pajarito me ha dicho que has sido una chica mala ayer ¿Eh? Casi te matan... -Pone un mechón de mi pelo tras mi oreja y se va acercando paso a paso. Lentamente. Sin detenerse.
-Me cargué a dos de tus hombres. ¿Te ha dicho eso tu pajarito? -Sonríe, casi parece complacido. -Rindete, preciosa. -Sus labios se acercan peligrosamente a los míos y me olvido de como se respiraba.
Aire entra. Aire sale. Aire entra. Aire sale. Aire entra. Aire no sale.
Mierda, Caitlin.
-Voy a por ti. -Le prometo, acercándome más a él. Desafiando todas sus normas. -Pues aquí me tienes... -Se aleja un poco para darle una calada a su cigarro. Y cuando regresa, sus labios quedan casi pegados a los míos.
Si vas a hacerlo, hazlo de una puta vez. Deja de alterar todos mis sentidos. Deja de hacer que la sangre me hierva. Deja de hacerme sentir viva para luego marcharte y dejarme todavía más confundida.
Besame ya, maldito cerdo.
Entonces, entre abre su boca y el humo sale desde su garganta, entrando en la mía. Lucho contra mi misma para no toser cuando el humo entra en mis pulmones y mis ojos comienzan a cristalizarse.
Casi como de una plegaria celestial, mi teléfono suena. Despertándome de mi letargo, rompiendo mi burbuja y haciéndome recordar quien soy y lo que estoy haciendo. Me alejo un paso al ser consciente de lo que he estado a punto de hacer.
Rechazo la llamada sin mirar quien es, no estoy en el mejor momento para hablar. Pero mi expresión confusa hace que el ojiverde frente a mi ensanche su sonrisa.
Su estúpida sonrisa de dientes blancos y pura diversión. Esos jodidos ojos tan profundos y misteriosos. Esa maldita altura que cree sirve para amedrentar. Y esa puta actitud de chico malo. Dispuesto a hundirte con él en la oscuridad.
Tomo una inmensa bocanada de aire antes de avanzar hacia él y tomar mi pistola de la mesa que se encuentra justo detrás. Y salgo del local como una bala. Clamando por una buena ducha de agua helada.
