Capítulo 12

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—Snow, en marcha. Tenemos trabajo. —No tengo tiempo siquiera de poner el bolso en la mesa cuando veo a Josef correr escaleras abajo tras hablar.
Le persigo y le encuentro en mitad de la escalera, ajustándose el chaleco antibalas.

—¿A dónde vamos? —Veo como los furgones del FBI se llenan de Agentes y salen a toda marcha.
—Vamos a hacer una operación coordinada múltiple. —Me explica y abro la puerta del coche para adentrarme.
—¿Dónde son las redadas?
—En todos los Clubes de stripteases de la Ciudad. —Mi boca casi cae al suelo al escuchar sus palabras.

—¿Estás de coña? ¿Todos los Clubes de la Ciudad? ¡Hay literalmente miles! —¿Y a mi qué me cuentas? Sólo recibo órdenes.
Pero sus palabras no me convencen en lo absoluto.
Simplemente no entiendo todo este despliegue, no tiene sentido.

—No es un asesino en serie, es un puto ladrón de bancos. ¿Sabes cuántos efectivos vamos a necesitar para hacer esto? No me parece normal. —Expreso en voz alta y no sé si mi situación es lo que me confunde o que simplemente estoy paranoica.

—Ya te lo he dicho, Snow. Son órdenes de arriba. 

—¿Y a dónde vamos nosotros? —Su mirada se enfoca en mi momentos antes de arrancar el coche.
—Al Dirty Dream.

El cartel del local aparece frente a nosotros y comienzo a sentirme mareada.

—Tú ve por delante, yo me encargo de la puerta de atrás. —Reacciono a tiempo y asiente.

Camino con la pistola al alza hasta llegar a la puerta trasera.
El Club está en las afueras y la puerta de atrás está frente a una reja y un campo de cultivo.

Si le conozco aunque sea sólo un poco, correrá sin mirar de atrás.
El resto de efectivos comienza a hacer su entrada y los gritos y disparos no se hacen esperar.
En mi estómago crece un nudo y la boca se me seca.
La ansiedad aumenta con cada segundo que pasa y siento ganas de tirarme del pelo por los nervios.

Entonces, la puerta se abre de un golpe fuerte y alzo el arma.

Su pelo algo alborotado y sus ojos verdes exaltados.
Su respiración agitada mientras observa de un lugar a otro antes de mirarme. Toma una bocanada de oxígeno, aliviado por ser yo a quien encuentra.

—Largate, vamos. —Le exijo. Sin mediar palabra, se queda observándome por unas milésimas.
—¡Vamos, joder! ¡Largate! —Grito y su cerebro reacciona ante mis palabras.
Sale corriendo y engancha sus pies a la reja. Alzo el arma apuntando a la puerta, asegurándome de estar solos.
Salta la reja como si no fuera nada y aparece al otro lado.

Nos miramos a través de esta.

Echa a correr campo a través, perdiéndose entre la arboleda junto al cultivo. Y yo siento como mi corazón vuelve a su sitio y mi cuerpo deja de estar atenazado.

—¿Dónde coño estabas? —Espeta el moreno.
—¿En la puta puerta de atrás? —Me defiendo con la misma rudeza.
Sin esperarle, me subo en el coche de otro de nuestros compañeros y le pido que arranque.

—Tenemos a uno. —Me informa una de las Agentes. Frunzo el ceño.
—¿Quién?
—El camarero. —Dice. Asiento y me dirijo de nuevo a mi despacho.

En todo el día, no vuelvo a cruzar mirada con Josef.
Y lo agradezco enormemente.

Cuando la noche cae, no espero demasiado para regresar a casa.
Abro la puerta y espero con paciencia a que aparezca de la nada y encienda una luz. Que sonría como el capullo egocéntrico que es y me desafíe como siempre.

Pero no encuentro rastro de su presencia y decido meterme en la ducha.
Abro el grifo antes de desvestirme y dejo que el agua corra y tome una temperatura más decente.

CRIMINAL. Snowbarry. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora