Capítulo 22

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Como tengo la manía de hacer, agarro entre mis manos un lápiz y un cuaderno y comienzo a cavilar.

¿De qué lado estás, Caitlin?
¿A quién crees?
O más bien... ¿A quién quieres creer?

Porque al final, todo se trata de eso.
Ya no se trata de buenos o malos puesto que los buenos también hacen cosas malas.
De ideales o de juramentos. De normas o cosas ilegales.
Cada uno en este juego está defendiendo sus propios intereses, está tratando de llevar al resto a su terreno.

Así que ahora ya no se trata de a quien creer. O de que versión prefieres oír.
Ahora sólo se trata de a quien quieres creer. De a quien deseas proteger y en quien pretendes confiar. Nada más.

Oigo el tamborileo suave de unos nudillos contra la madera de la puerta de mi despacho.
—Adelante. —Aunque sin girarme, sé perfectamente de quien se trata.
—Buenos días, Snow. Te he traído un café. —El humeante líquido es puesto sobre la mesa y mis manos lo recogen. Mi paladar se llena con la amargura del café mezclada con mucha leche y azúcar.

—Gracias, Josef. —Me apoyo sobre la mesa, tapando con mis brazos el cuaderno.
—¿Qué tal estás? ¿Qué es de tu vida? —El moreno se sienta frente a mi y se acomoda. Mordisqueo mi labio inferior, buscando una respuesta.
Pero la realidad es... ¿Qué es de tu vida, Josef? ¿Cuánto sabes tú de todo esto? ¿Hasta que punto puedo confiar en ti?

Porque ahora sé que no hay lugar al que escapar. No hay zona segura.

—Supongo que las cosas se han puesto un poco más difíciles. ¿Sabemos algo del hombre al que mataron? ¿Encontramos la pistola? —El moreno niega apretando los labios.
—Negativo. Todo lo que sabemos es que era un guardia de seguridad... Corrió tras el ladrón y éste le disparó.

Ya no sólo por conocer a Barry si no también está el hecho de que su versión no cuadra. No es lo que ellos hacen.
—¿Y deciden matar ahora? ¿Así de la nada? —Insisto, tratando de no parecer demasiado interesada en el asunto.
—Tal vez no le quedó más remedio. —Se encoge de hombros.

¿Por qué me tomas por idiota, Josef?

—¿No le quedó más remedio, dices? Estaba enmascarado y sólo. Ellos no actúan así. Y el hombre estaba desarmado. ¡No tiene sentido, Josef! —Soy consciente demasiado tarde de que he alzado la voz y me he incorporado demasiado. Carraspeo y me echo hacia atrás en la silla, tirando del cuaderno conmigo.

Tranquilidad, Caitlin. No muestres duda.

—¿Sabes lo que no tiene sentido, Caitlin? Que esos tipos han robado millones por todo el País y otros Países y nadie les ha detenido. Son escurridizos, sí. Pero también cometen errores y eso es lo que esto es. Un maldito error que les va a costar todo.
Deja de cuestionarlo todo y coopera de una puta vez, Snow.

Desliza la silla hasta atrás y camina, atravesando la puerta y cerrándola con fuerza. Cierro los ojos, sobresaltada.

Se supone que su charla debería haberme ayudado, haber aclarado mis dudas y haberme puesto de su lado.
Pero la realidad es que todo lo que ha hecho es llenar mi cabeza con muchas más dudas aún.
Así que gracias, compañero. Me has ayudado mucho.

Frustrada, araño el cuaderno. Cierro el puño y le propino un golpe fuerte con el exterior de la mano.
Suspiro y apreto con más fuerza, clavándome las uñas en la piel.

Cojo el bolso de un tirón rápido y salgo disparada de la oficina, rezando para que un poco de aire me ayude a equilibrarme.

Cierro los ojos, el cabello se me pega a la cara y entreabro la boca para tomar todo el oxígeno que pueda.
Doy un último sorbo al café antes de lanzarlo aún medio lleno a la papelera.

Regreso a casa caminando, sin demasiado ánimo para conducir y necesitando unos minutos para despejarme.

No pasa un segundo desde que cruzo la puerta hasta que Barry aparece.

—Pasas tanto tiempo entre las sombras que acabarás convirtiéndote en una. —Bromeo.
—Vaya, que poético. —Sus manos se posan en mi cintura.
—Esperemos que tu casa sea el lugar en el que esté a la sombra. —Una pequeña carcajada resuena en mi hogar.

Maldito imbécil, nunca aprenderá.

Y es ahí, en la oscuridad de mi hogar, donde todo sucede.
Cuando me acerca a él y sus labios tocan los míos.
Supongo que es en ese preciso instante, una verdad cayendo sobre nosotros cual bomba, arrasando todo a su paso.

Es en ese segundo en el que lo sé. Lo reconozco, no puedo negarlo.

Ni necesito pensarlo.

Claro que lo sé. Sé perfectamente de que lado estoy.

CRIMINAL. Snowbarry. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora