Capítulo 16

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Barry siempre ha creído ser el más listo de la clase.
Y lo cierto es que lo ha sido, durante un tiempo. Engañando a Agentes del FBI, a banqueros y haciéndolo todo sin comprometer su identidad.

Como ya he dicho, Barry siempre ha creído ser el más listo de la clase.
Pero eso fué antes de conocerme.

—Todo recto y deprisa, por favor. —En mis manos, mi teléfono le indica los caminos que debo seguir y yo los repito en voz alta, convirtiéndose estos en instrucciones para el conductor.
Un par de minutos después, mi teléfono pita cuando llegamos al lugar justo.

El taxi desaparece en cuanto me bajo de él.
Estoy frente a un polígono enorme y abandonado.
Corro para esconderme tras la arboleda que rodea el lugar.

Los coches de policía comienzan a llegar y los disparos resuenan entre la multitud.
Intento encontrar con mis retinas a Barry, buscando de un lugar a otro.

Hago caso al instinto policial que florece en mi interior y corro de nuevo.
Me encuentro de frente con un ferrari de última gama.
Giro la cabeza para evitar los cristales cuando mi codo rompe la ventanilla.
Adentro la mano y abro el coche.

Miro de un lugar a otro antes de meterme en este. Utilizo un viejo truco que me enseñaron en la academia para desactivar la alarma del vehículo y arrancar el motor.

Y así lo hago. En pocos segundos se pone a cien kilómetros hora y el asfalto es testigo de su potencia.
Las piedras de la carretera se convierten en afiladas armas según conduzco, volando por todas partes.

Justo a tiempo, como caído del cielo, Barry atraviesa la puerta pistola en mano. Su otra mano llena de papeles.
Hago una maniobra y derrapo frenando.
Estiro la mano para abrir la puerta del copiloto y mi voz se alza por encima del ruido de las balas y las sirenas policiales.

—¡Sube —Sus ojos me encuentran y corre. Se adentra en el coche de un salto y arranco el motor de nuevo.
Ya en marcha, cierra la puerta.

Según aumenta la velocidad, aumenta mi ritmo cardíaco.
Oigo mi corazón palpitar en mis tímpanos y todo a mi alrededor se vuelve lejano.
Como vivir una realidad paralela.

—¿Qué coño estás haciendo? —Grita.
—Salvarte el culo, capullo. —Por el retrovisor veo un coche negro salir de la nada y empezar a perseguirnos.

Un disparo rompe el faro trasero del coche y nos agachamos al mismo compás.
—¡Agachate! —Exclama. Carga el arma entre sus manos y hace el amago de sacar la cabeza por la ventana para disparar.

Mi mano actúa más rápido y tiro de su camiseta, manteniéndole dentro del coche.
—¡Si haces eso te verán y adiós identidad oculta! —Le recuerdo. Bufa y le da un fuerte codazo a la chapa interior del coche.
—¿Cómo me has encontrado?

Otra bala atraviesa el coche y parte en dos el cristal trasero. Esa misma bala atraviesa la luna y la rompe un poco.

—¡Mierda! —Agacho la cabeza como puedo, tratando de librarme de las balas.
Con la luna rota, me meto en dirección prohibida.
Un coche delante de nosotros toca la bocina y en el último segundo, logro esquivarlo.

—¡Tengo un puto localizador en el bolsillo! ¡Me has metido un puto localizador en el bolsillo! —Exclama, alzando entre sus dedos el aparato.
Muerdo mi labio para no reír. No es el mejor momento.

Un último disparo impacta en la rueda trasera y tengo que hacer maniobras arriesgadas para no estrellarme.

—¡Ahí, Caitlin! —Jugando nuestra última carta, me meto abriendo  un camino a través del campo y acelero tanto como la rueda afectada me permite.
El coche se estrella contra flores, cultivos, hojas y ramas.
—¿Cómo coño os han pillado el escondite? —Pregunto, mirando por el retrovisor que el coche negro comienza a tomar distancia de nosotros.

CRIMINAL. Snowbarry. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora