La primera noche sin Barry pasa de una manera extraña.
Cuando entro en mi casa, ninguna luz se enciende. Ninguna mano se posa en mi cintura.
Espero y espero, quien sabe por cuanto tiempo, queriendo que no me tome por sorpresa.
Pero Barry no viene. Ni cuando pasa una hora. Ni cuando pasa la segunda.
Ni tampoco cuando pasa la tercera.Hago entonces lo que cualquier persona normal haría. Como si tratara de llamar su atención en la distancia, me desnudo. Y voy tocando mi cuerpo mientras lo hago. Erótico y ardiente. Dispuesto a todo. Justo como él más adora.
Dejo que el agua resbale por mi anatomía y cierro el grifo tras ello, envolviéndome con una toalla.
Pero Barry no viene. No lo hace.La segunda noche sin Barry no cambia demasiado.
Aunque un poco más extrañada por su ausencia, repito todos los mismos movimientos de la noche anterior.
Pero una noche más, el resultado es el mismo. Nada. Absolutamente nada.Y luego llega la tercera noche. Y no sé porqué, si real o parte de mi imaginación, tengo la sensación de que la luna se ha escondido esta noche.
Que incluso el sol ha perdido brillo.Pero tal vez sólo sea mi imaginación.
Tal vez me esté volviendo loca. Si, debe ser eso.Y no es hasta el cuarto día cuando decido que algo no va bien.
Pero digamos que, no lo decido por mi misma, algo más me empuja a hacerlo.Al llegar a casa, abro la puerta y encuentro un sobre bajo esta. Blanco, abierto y con una pequeña carta escrita a mano dentro.
“Él se ha ido. Ya no está. Algo ocurre”.
Ese simple mensaje. Frunzo el ceño y mi cerebro trata de conectar puntos.
Barry me dijo que el FBI andaba tras él. Pero si estuviera muerto o le hubieran capturado, sería la primera en enterarme.
Así que ninguna de las dos opciones son válidas.La posible respuesta a su ausencia es que haya decidido marcharse. Volver a su rutina de cambiar de Ciudad cada cierto tiempo y empezar de cero.
Pero si es así... ¿Quién me ha dejado el mensaje?
Cuando la sábana recae sobre mi cuerpo, una luz se abre paso a través de mis neuronas.
La única persona que me conecta, de alguna manera, con Barry.El camarero del Club al que arrestó Josef.
Me pongo de pie con un salto y tecleo su nombre en mi portátil, recibiendo en segundos donde se encuentra ubicada su vivienda.
Conduzco en plena noche, saltándome semáforos en rojo. Con un mal presentimiento atravesando mi pecho.
Subo los tres pisos de escaleras que me separan de mi objetivo y aporreo sin ningún cuidado la puerta.
Probablemente alertado por los golpes, el hombre sale y en cuanto atraviesa la puerta, saco mi pistola y la pongo en su sien.
—¿Has sido tú? ¿Tú me has dado esto? —Agito la carta en mis manos.
—¡Creí que tú podrías ayudarnos! —Exclama. Frunzo el ceño y le libero para que hable.—¿Ayudaros con qué?
—¡Ya lo sabes! Él ha desaparecido. No le he visto ni he sabido nada de él en...-
—Cuatro días. —Completo en su lugar. El joven asiente.
—Tal vez ha dejado la Ciudad. Y simplemente quiere cambiar de aires. —Refuto. Pero mi argumento es inválido para él.—Podría haberse ido de la Ciudad sin decirnos una sola palabra a nosotros pero supusimos que no saldría de aquí sin que lo supieras tú. —Pongo los ojos en blanco.
—No somos amigos o algo así. —Técnicamente no estoy mintiendo. Sólo técnicamente.
—Pero... Creí que se preocupaba por ti. Que nos había pedido discreción para protegerte. —Trago saliva. Intento que sus palabras no me afecten.—No sé donde está y no pienso ayudaros. —Simplemente suelto antes de bajar las escaleras a toda prisa y dejarle con las palabras en la boca.
La primera parte es cierta. No sé donde está, si lo supiera no habría venido hasta aquí.
Pero tal vez y sólo tal vez, he mentido en la segunda parte.
Tal vez y sólo tal vez, voy a patear todas y cada una de las calles de esta puta ciudad hasta encontrarle.Pero antes que nada tengo que pensar en mis posibilidades. En las cosas que puedo hacer y las que no sin ser descubierta.
¿Amenazar a un camarero de un club de stripteases? Puedo hacerlo.
¿Ir hasta el despacho del jefe del FBI y meterle una bala en la cabeza? No puedo hacerlo.
Maldita sea, criminal. Estoy harta de tus líos.
Me voy a la cama con una pregunta que palpita por cada extremo de mi cuerpo.
¿Dónde estás, Barry?