Capítulo Veintiocho

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Narra Jass.

Abrí mis ojos, me estire y suspire sintiéndome satisfecha y saciada, la calma que vino después de todo fue la mejor parte.

Labios subieron por mi espalda desperezándome hasta tenerme despierta de nuevo, el estupor post orgasmo se fue y deseo lo fue reemplazando.

―Vaya, sigues viva, creí que no te volverías a mover. ―Se rió.

―Mmj.

―¿Qué?

Se rió, tan relajado y lleno de vida, que no pude evitar reírme con él, así es como es el amor, a veces días en que piensas tanto si llegaran a estar bien y luego como un milagro vienen estos momentos llenos de felicidad, de esos que esperan que duren toda la vida.

―Nada.

Se sentó en el sillón haciéndome un gesto para que lo siguiera, me senté en su regazo con ambas piernas a sus lados, su pierna enyesada se encontraba sobre la mesa de centro y fue suficiente señal para que me hiciera retroceder.

―No Jass, estoy bien.

Al tratar de salir de su regazo sentí su erección y me detuve, sus manos acunaron mi trasero y me beso, me deje llevar y con mis manos recorrí su espalda, llegue a la parte baja y le di un buen apretón a su trasero antes de dirigirme a su parte delantera para darle mayor atención. Frote por encima de su pantalón y fui bajando el cierre, sin perder el tiempo mi malo se perdió en el interior de su bóxer.

―Nena eso se siente tan bien... Me encanta cuando me tocas.

Chupe su oreja y tire con mis dientes de su piel enrojecida.

―Y a mi me encanta tocarte.

El constante roce de nuestros cuerpos me dejo jadeante y necesitada pero esto se trataba de él y quería hacerlo disfrutar, llegue a su cuello con mi boca y lo masturbe más rápido, a lo largo de su erección y con mi pulgar frotándole la punta, un gruñido salió de él y sus caderas se arquearon, una de sus manos dejó mi trasero y guió directamente su boca contra la mía haciendo que nuestro labios colisionaran con fuerza.

―Estas tan húmeda... Solo de tocarte me dan ganas de probarte de nuevo.

Su mano apretó mi muslo y fue a mi entrepierna evidenciando mi deseo.

―Espera.

Me levanta y corrí a mi cartera de donde saque con condón, llegue al sillón y con mis dientes rompí el papel para ponerle el condón al mismo tiempo que el bajaba su pantalón con su bóxer.

―Si, nena, montame.

―T-ten cuidado ―gemí cuando me penetro―. Tu pierna... Ah, si... Ethan...

―Muévete, te quiero toda, olvídate de la maldita pierna.

Algo parecido a una risa brotó de mi, con cuidado me deje estar en él y me quede quita cuando lo tuve dentro de mi, el placer y la lujuria nos llevó a besarnos desesperados, su lengua contra la mía y manos codiciosas.

―Te amo. ―apreté mis manos en sus hombros y lo mire―. Mucho.

―Pues... Yo te amo más.

Alce mis caderas y baje, nos besamos más y más, me separe de nuevo y de una estocada me volvió a penetrar alzando las caderas, me mordí el labio y lo apreté en mi interior, encajábamos tan bien uno contra el otro, las embestidas se volvieron más constantes hasta que encontramos nuestro ritmo, jugando con los límites del otro el orgasmo estaba tan cerca, apenas respiraba pero no me detuve, con algo de control tuve cuidado con su pierna y totalmente excitada chupe de la piel de su cuello hasta que llegue al orgasmo.

Duro Contra El MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora