Capítulo Cuarenta y Ocho

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Narra Ethan.

Quiero que la calma vuelva a mi, voy bien y después ¡pff! ¿Es muy difícil pedirle a la realidad que pare unos segundos?

―¿Qué sucede? ―me pregunta Jass.

Acababa de mirar el celular y colgar, increíble que este pedazo de chatarra que Pepe me dio aún funcionará, ahora entiendo porque después de tantos años él lo había conservado.

―¿Ethan?

―Aah si, perdón ¿qué decías?

―¿Quién llamó?

―Hablemos en casa mejor.

Llegamos al taller caminando y una vez que la vi alejarse entre, Albert seguía revisando el mismo auto, salude y seguí en lo mío en silencio.

En algún momento, mientras iba y venía con el drama, decidí que no quería más, le pedía honestidad a Jass y respondía con secretos ¿qué decía eso de mi? Planeaba hablar con ella y contarle, dejaría ir ese peso y haría de esto nuestra vida, sin rencor ni venganzas.

Amo lo que hago, dejaba la mente y corazón en ello, hoy, sin embargo, no pude ver pasar el tiempo lo suficientemente rápido como para ir a casa y verla.

Albert, muy bueno para leer a la gente, no tardo en notar mi inquietud y cerro temprano para que me fuera, incluso me llevo en su auto y prometió que buscaría algo a un buen precio para reemplazar mi vieja y destrozada moto, le agradecí y fui a mi casa.

Me duche, vestí y fui a la casa de Jass, al pararme frente a la puerta tuve un pequeño sentimiento de timidez, golpee y ella salió, ahí fue que lo olvide.

―Hola.

―Hola, te extrañe mucho. ―La bese.

―Nos vimos hace unas horas. ―Se rió―. Aunque admito que yo también, pasa.

Nuestras manos se rozaron al pasar por su lado y tuve ese escalofrío de placer por mi piel hormigueante. Luche con el deseo de tomarla en ese mismo lugar, junto a la puerta, de pie, perdidos en nuestra burbuja.

Concéntrate.

Llegaste a tiempo de que fuera a llamarte, quería ir a buscarte.

―Te amo.

Sonrió y acalle sus palabras con un beso, tomé su mano y nos sentamos en el sillón.

―De nuevo me disculpo por mi actitud hace un rato, me alegra tenerte conmigo.

―Tranquilo, entiendo.

―No quiero que solo entiendas... Jass, ese día en la casa de Trevor dije muchas cosas y mereces una explicación.

―No necesitas contarme si no estas preparado.

―Lo estoy.

―Te amo. ―Acaricio mi mejilla con una sonrisa―. Lo que sea que pienses te apoyare.

Un suspiro, un alivio, un solo instante de paz, un valioso regalo, con sus palabras y su sonrisa alejaba a mis demonios.

Me quede quieto, limitándome a mirar nuestras manos, disfrutando de la calidez, en el aire podía sentir esa conexión, mi corazón siguiendo su ritmo y mi vida viéndose centrada en la mujer más hermosa, mi única, mi amor, mi Jass.

Casi escuchaba las preguntas de su cabeza, no obstante, sabía que no me instaría a hablar, me daba mi espacio y tiempo, dejaba que ordenara mi mente y más importante... Me apoyaba.

Duro Contra El MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora