Capítulo Treinta y Tres

1.1K 71 6
                                    

Narra Ethan.

Pepe dormía en la cama.

Yo en el sillón.

Pepe, "el sano", en la cama.

Ethan, "el convaleciente", en el sillón.

Debo admitir, me lo merecía, por mi nulo sentido de masoquismo fue que no destaque este hecho, le hice pasar tanto a mi amigo y aun seguía conmigo.

Si, Pepe es un idiota y el mejor amigo del mundo, por eso duerme en la cama y yo en el sillón.

Ya catalogue en mi cabeza dos veces mi living, estoy intranquilo, me perdí toda la tarde con el papá de Jass y olvidé por completo mis medicamentos, los cuales en este momento me dan un enorme insomnio.

No duermo, no hablo con Jass porque no quiero molestarla, no quiero despertar a Pepe porque se lo cansado que esta ¿Qué hago? Evito dirigir mis pensamientos a esos caminos oscuros, a recuerdos que me atormentan, porque hoy siento que quiero ser feliz. Prometí, a mi mismo, que lo haría, no intentar, hacer.

Más fácil prometer que hacer.

Busco en mi celular alguien a quien llamar, me encuentro con una corta lista, suena patético, no tengo amigos, según parece haber salido de prisión no presenta el mayor atractivo en el área social.

Por error, eso quiero decirme a mi mismo, llamo a Albert, mi jefe.

―Ethan. ―Suena sorprendido.

―Hola, perdón por la hora, debes estar descansando y yo molestando.

―No, nooo, para nada. Estaba reparando un auto, llegó este bebé clásico y si lo tengo listo para mañana me dan el doble, un Volkswagen Escarabajo 1998.

―-¿N-necesitas ayuda?

Sonaba tímido ¡yo! He sido muchas cosas, tímido no es una de ellas pero llevaba tan poco de conocerlo y aun así sentía que había una gran cercanía.

―Claro, me vendría bien la mano de un experto. Paso por ti en veinte minutos.

―Nos vemos.

Me levante y me cambie, con tanto sigilo como me fue posible, escribí una nota en caso de tener que tardar y que Pepe se hallará solo en casa.

Tardo quince minutos, para entonces ya estaba en la entrada con mis herramientas en mano, dichas herramientas que habían sido regalo de Max por mi recuperación, así es, él también fue a hablar conmigo en el hospital.

Fue agradable ver una vieja cara amigable, no conservaba muchas del pasado.

―Ethan muchacho ¿seguro puedes trabajar con eso en la pierna?

―Tranquilo, estoy bien.

Subí con cuidado y por mi cuenta, odiaba tener que depender de otras personas para moverme, incluso me había negado a usar muletas.

―Verás, es el auto más precioso que he visto pero está hecho una chatarra, ese hombre no sabe apreciar una obra de arte, lo único bueno es que paga bien.

En efecto, al llegar el auto lo miramos por todas partes y el trabajo por delante era bastante, algo de música country (no me juzguen) y un par de cervezas después estaba listo, tomo alrededor de cinco horas, de corrido claro, para terminar con la belleza que era.

―Nada mal.

Palmeo mi espalda, con algo más de fuerza de la que esperaba, logre apenas mantenerme de pie.

Que debilucho.

―Dime, ¿qué hace alguien tan joven como tu llamando a un viejo como yo a estas horas?

Duro Contra El MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora