Capítulo 18 - Bridgette y Félix

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A la velocidad que iba corriendo, sumado a la lluvia torrencial que se provocó en medio de camino, me sorprende que no nos hayamos caído y que las cosas no se hayan mojado mucho.

Estamos en el ascensor.

Está tarareando una canción que no reconozco, con los ojos cerrados y una sonrisa implantada en su rostro.

Eso me hace sonreír a mi también, pocas veces (Por no decir nunca) lo vi animado o siquiera haciendo una mueca similar a una sonrisa.

Sigo arriba del carrito, insiste en que no camine pero a decir verdad, el dolor es más llevadero.

Él apretó los botones para subir.

No me gusta que ahora todos sepan donde vivo. Era como mi pequeño secreto. Pero mantener tantas cosas (Y algunas graves) ocultas del resto del mundo, me puede traer problemas.

Ni mi familia vino a verme en este año ahora que no pienso, sólo el día del funeral.

Mis abuelos ya son grandes y le dan miedo los aviones, pero un viaje en vehículo sería muy agotador para ellos.

Aunque me llaman a menudo y dicen que todos mis familiares mandan saludos.

Tal vez ninguno se anima a preguntarme como estoy, deben temer la respuesta que ya conocen.

¿Ellos también sentirán culpa de lo que pasó?

¿Ellos también sentirán culpa de lo que les pasó?

Tal vez si, tal vez no.

Tampoco es culpa suya, sino mía...

La puerta del ascensor se abre ante nosotros.

Bridgette mira hacía delante con los ojos bien abiertos.

Vamos caminando hasta llegar a la puerta de su departamento.

Abre la puerta con un pie. Al entrar, todos los chicos nos miran, están comiendo o cortando queso o viendo la salsa.

—¿Qué hace Bridgette arriba de un carrito? –Pregunta Liz.

—Yo no quería que corriera, la lluvia estaba comenzando, así que la cargué al carro y vinimos corriendo.

Todos nos miraban, parece que no esperaban esa reacción de mi.

Bridgette tira del costado de mi camisa.

—¿Me puedes bajar?

La forma en que lo dijo fue tan tierna, que si me hubiera pedido que cometa un delito, hubiera cedido también.

—Si... –Fue lo único que puedo formular.

Félix me toma por debajo de las axilas, me eleva de manera graciosa y me vuelve a bajar.

Sentí que por dos segundos, me contempló en el aire, aunque es imposible.

Voy directo a ver la masa, ya se ve bien esponjosa. Tomo un poco y me pongo a amasar.

Estaba absorta del mundo exterior, era algo que me solía pasar cuando cocinaba. Hace un tiempo no cocinaba este tipo de comidas...

Sigo amasando y distribuyendo las masas sobre las fuentes, las mando todas al horno y pongo una gallina para que suene cuando estén cocidas.

Todos están sentados sofá, llevaron la comida y la bebida para allí.

Por Favor, DisculpameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora