Capítulo 6

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Ella comenzó a moverse rápidamente en la cama, mientras que tenía un sueño y gemía por ello. Pero no era un sueño cualquiera. Si no, un sueño donde salía James poseyéndola como lo había hecho hace tan solo unas horas.

Se despertó bañada en sudor y observó que le faltaba el aire. Pero hubo algo que empezó a dolerle. Era que sus pechos estaban erectos por el hecho de lo que había soñado. Y para Taylor era de esas pocas veces de las cuales soñaba con algo erótico con alguien al que apenas conocía.

―¿Estás bien hija? ―preguntó su padre entrado en su habitación―. Te he escuchado gritar desde abajo.

―Tranquilo papa ―respondió ella―. Ha sido una pesadilla ―le mintió.

―Vale.

George salió de la habitación dejándola sola de nuevo.

Taylor se percató que estaba excitada. Que su sexo estaba mojado por el hecho de haberse visto de nuevo con unas cuerdas y una mordaza en aquel sueño.

Entonces, ella se despojó de sus pantalones del pijama y de su ropa interior.

Comenzó a tocarse para quitarse la excitación. Aunque sabía poco del tema sexual, lo intento.

Al cabo de diez minutos, cuando ella estuvo a punto de llegar al orgasmo; el teléfono móvil de Taylor comenzó a sonar.

―Que inoportuno ―susurro mientras que paraba.

Ella se levantó de la cama.

En cuanto cogió su teléfono móvil y vio en la pantalla el nombre de James, puso los ojos en blanco y en breve cogió el teléfono móvil.

―Buenos días, señor Johnson ―dijo ella jadeando un poco, aun porque estaba excitada.

―Buenos días, señorita Parker ―dijo él―. Le llamaba para recordarle que tenemos una cita hoy a las nueve de la noche.

―No lo he olvidado James. Gracias por llamar.

―Te noto agitada. Estas haciendo ejercicio o estas corriendo para ir al trabajo.

―Acabo de levantarme, así que, ninguna de las dos cosas.

Entonces él pensó por unos segundos y después él le preguntó:

―¿Estabas intentando llegar a un orgasmo?

―¿Cómo sabes eso? ―dijo ella y después se ruborizo.

―Conozco el cuerpo de una mujer lo suficiente y cuando ella se agita es que ha intentado tener un orgasmo. ¿Te has corrido?

―Estaba a punto de hacerlo, hasta que usted tan inoportuno me ha cortado.

James rio entre dientes y eso hizo que ella se ruborizase aun mas.

Después él serio, dejó de reírse y le mostro el hombre dominante que solía ser:

―Una de tus reglas será, no tocarte. Los orgasmos te los daré yo. Solo Yo.

―No voy a obedecer una de esas reglas, señor Johnson.

―Pues si la desobedeces, no me tocara más remedio que darle un castigo por haberla desobedecido.

Hicieron una pausa:

―Espero que no me falle esta noche.

―Tranquilo. No lo hare. Estaré allí al salir del trabajo.

―De acuerdo. Hasta entonces nada de correrse. Recuerde que le estoy enseñando y si lo que hace es constantemente desobedecerme, no me quedara más remedio que castigarla por ello.

Cuarenta Días de Sumisión (Una Noche En Verona I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora