Capítulo 4

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Ella se movía como si no tuviera fin, cuando decidió quedarse toda la noche con él. Y esa mañana, Clare se había levantado demasiado excitada como para no haber hecho lo que en esos momentos hacia.

Tras saber que él estaría pensando en la mujer de la que se había obsesionado desde hace mucho, quiso tener un orgasmo del que era uno de sus mejores amigos.

Aunque Clare y Allan siempre tenían una química brutal en la cama, no dejaba de ser uno de sus mejores amigos. Uno al que se tiraba cuando James le daba calabazas.

Tras ambos correrse brutalmente, ella saco su pene de su interior y se dispuso a descansar. Pero fue Allan quien comenzó a acariciar sus curvas mientras que le decía:

―¿Quédate más tiempo conmigo. Al menos el tiempo en que me vaya a Europa a buscar a la persona que sea mi nuevo socio.

―Pensé que James era ese socio, Allan ―respondió Clare.

―No pienso que James sea el adecuado.

Allan dejó de acariciarle y se levantó de la cama. Después fue hacia el cuarto de baño mientras que le decía a Clare:

―Descansa. Voy a hacer una darme una ducha y a hacer algunas llamadas.

Clare asintió.

Allan entró en el cuarto de baño en unos segundos y después se dispuso a darse esa ducha.

George se dispuso a bajar a desayunar. Tenía que continuar pensando en cómo satisfacer al señor Johnson con una exquisita publicidad.

Cuando él llegó al salón unos minutos después, se sentó y se puso a desayunar. Pues ya lo tenía preparado desde hacía dos minutos.

Taylor apareció de pronto en el salón con su bolso de trabajo ―donde guardaba el ordenador, su teléfono móvil, y las llaves de casa y del coche―, mientras que se percataba de un pequeño dolor en su sexo. Entonces con tan poca experiencia, supo que ese dolor era debido a lo que hizo la pasada noche. Exactamente lo que James le obligó a hacer con su regalo.

George se percató que no se había puesto un vestido como habitualmente. Si no, una falda de color negra que no le llegaba a las rodillas, una camisa de seda de cuello algo con unos botones del mismo color que la falta y unos tacones negros que le hacían aparentar ser un poco más alta. Algo que no había visto nunca en ella desde que trabajan juntos, hasta que lo vio ese día. Pero había algo que le había cambiado.

―¿Tienes algún viaje que hacer? ―le preguntó él a Taylor.

―No papa ―le respondió ella―. Tengo que ir a una cita con el señor Johnson. Me ha invitado a ver las instalaciones de su empresa. Esa que debemos de publicitar ―le mintió―. También me invitó a comer. Espero que no te importe que hoy no comamos juntos.

―Vale, no te preocupes ―le respondió―. Pero procura que este proyecto sea algo convincente para el señor Johnson.

―Tranquilo papa. Trabajare detenidamente con las ideas del señor Johnson y tomaré algunas notas de las ideas que él tenga.

―Vale. Ya sabes que confió en ti al cien por ciento.

―Lo sé ―respondió ella.

Taylor pensó en lo que en realidad iba a hacer ese día en casa de James. Si su padre supiera las intenciones que tiene él con ella, rompería cualquier trato con James. Y él había tocado demasiado fondo con su propósito en ella, que le había demostrado que podía hacer lo que hizo anoche y más.

Ella solo se bebió un café y después se marchó hacia la salida de la casa de su padre y pensó mientras tanto, en por qué James quería verla en su casa y no en su despacho en la empresa. Fue entonces cuando pensó de nuevo en cómo le dio aquellas órdenes y que obedeció por temor a que se presentase en su casa, colándose por la ventana de su habitación. Eso era algo que ella no iba a permitir nunca jamás.

Cuarenta Días de Sumisión (Una Noche En Verona I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora