Capítulo 8

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A la mañana siguiente, Allan se levantaba con la misma preocupación de siempre.

Hubo unos instantes en los cuales pensó en recurrir a su padre para que él fuese su socio en su negocio, pero también pensó en James para ello. Pero al recordar a James, en su mente se iluminó la bella imagen de su hermanastra. La cual también quería ayudarle. Pero aun no quería actuar sin tener nada claro.

Allan fue hasta la cocina y se hizo un café cortado. Tenía previsto de salir a buscar otros inversionistas fuera de Nueva York y tenía que parecer que no estaba nervioso ante la quiebra de su empresa.

Después de tomarse el café, fue a darse una ducha.

En breve, se vistió.

Cogiendo las llaves de su coche, se marchó al norte de la ciudad para visitar a unos viejos conocidos de su padre adoptivo. Del cual heredó aquella empresa a la cual quería salvar.

Su reloj sonó cuando ella ya estaba despierta. Había tenido una pesadilla durante la madrugada y desde entonces no pudo dormir lo suficiente para pensar que es lo que iba a hacer. Por lo tanto, decidió trabajar con aquel nuevo proyecto que tenía entre manos.

Al llegar las siete de la mañana, Taylor se duchó lentamente y cuando salió, cogió el mejor vestido. Se lo puso y se maquillo para irse después de desayunar a trabajar.

Cuando estuvo lista, ella cogió las llaves de su coche y su ordenador portátil para continuar trabajando en su despacho en la empresa.

Sin dar explicaciones algunas a sus padres, se marchó al departamento de James. Pero se marcho demasiado nerviosa. Pues no sabía que era aquello que tenía que proponerle y no se fiaba de él. Ya que le propuso una vez ser suya sin conocerle de nada.

Clare caminaba por su departamento, mientras que pensaba en sí debería de volver a mantener una seria relación con alguien que no fuera James.

Desde hacía días, solo hacía pensar en la misma estrategia que James hizo para secuestrar a Taylor. Quería hacerle lo mismo, pero que ella sintiese la humillación que James le había hecho a ella en los últimos días al no entregarse como tanto lo habían hecho desde que se conocen. Solo pensaba en el mejor ojo por ojo que podía darle a su mejor amigo para que recibiese de su propia medicina. Una que le dolió a Clare bastante.

Después de pensar que iba a ponerse para salir con sus amigas a prepararse el pelo y las uñas, dejó de pensar en esos planes que tenía para otro momento que no fuera ese. Ya que tenía pensado pasar un buen día al lado de sus amigas.

James esperaba con ansia la llegada de Taylor a su departamento.

Ansiaba contarle los planes suyos de aquella noche y tenía que proponerle a Taylor ir con él. Salvo que la espera de la llegada de aquella mujer estaba acabando con su paciencia.

Él timbre del departamento sonó a las ocho en punto de la mañana y James sonrió, al ver la puntualidad que siempre tenía Taylor.

James fue a abrir la puerta y en cuanto estuvo ante ella, respiró hondo y la abrió.

Taylor miró a James a los ojos por unos instantes y después entró con descaró a su departamento. Eso hizo que él se acariciase la mano derecha. Pues por ese descaro, ella se merecía un castigo. Pero él se contuvo.

Cuando ambos estuvieron juntos en el salón, ella se sentó mientras que James le servía el desayuno y contemplaba el nerviosismo de Taylor. Él se sentó unos segundos después y se sirvió a su mismo.

―¿Puedo saber ya el motivo por el cual estoy aquí, James? ―le preguntó Taylor algo intrigada.

Ella cogió la tostada y pegó un bocado.

Cuarenta Días de Sumisión (Una Noche En Verona I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora