Parte XXIX

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Emilia

Lo primero que hice al entrar al baño fue pasarme las manos mojadas por la cara, habían sido minutos de gran tensión, nunca me imaginé ese panorama con los papás de Ana, ni siquiera sabía cómo es que seguía viva pese al alto ritmo cardíaco que había sentido.
Con una mano me apoyé en el lavabo y con la otra me humedecía el cuello intentando bajar el calor que sentía.

-¿Estás mejor?

Preguntó ella, notablemente preocupada.

-Creo que sí

Me giré a verla, sentía todo el cuerpo tembloroso, me abracé a ella, en realidad toda la adrenalina que había sentido estaba haciendo estragos en mí.

-¿Qué pasa?

-Tu papá puede causar terror

-Sólo un poco, sólo cuando algo no es como él cree que debe ser

-¡Se puso así por un beso!

-Lo sé

Le susurré entonces.

-Me mataría si supiera que no sólo te he besado

Me abrazó más fuerte sin decir nada.

-Siento mucho la forma en cómo te sentiste, sé que no fue fácil, pero igual te agradezco que no me dejaras sola

-No lo haría, sólo espero no pasar por otra situación así jaja o te quedarás sin novia antes de que te lo pida siquiera

-¿Vas a pedírmelo?

-Sí, pero no hoy, quiero sorprenderte

-Eso suena interesante

Sonrió feliz y me dio un corto beso.

Regresamos con los adultos, el resto de la noche fue muy tranquilo.
Dormí en la habitación de Ana, según sus padres en lugares separados, pero Ana no lo permitiría, claro está.

-Tú me debes algo

Dijo sentándose en mi regazo.

-No sé de qué hablas

Puse mi sonrisa más inocente y la miré directamente a los ojos.

-¡Cumple!

Abrí mi boca queriendo expresar indignación.

-¿Me quieres someter? ¿Desde ya me vas a exigir? Recuerda que soy humano y no una máquina sexual

-¡Ash! ¡Tonto! Contigo de verdad que no se puede

Me reí y la abracé.

-Te quiero mucho

Y al decirlo sentí una especie de relajación, nos quedamos ahí, así, en silencio, con su pecho pegado al mío, abrazadas con nuestros rostros enterrados entre nuestro cuello, sentía el olor de su shampoo y el perfume de su crema corporal.
Separó un poco su rostro del mío y la miré, lentamente se acercó a mis labios, me besó sin mover su boca sobre la mía, sólo era la unión de nuestros labios al principio, luego inició con movimientos lentos, era un beso dulce, un beso cargado de amor, sí, ahora ya no había ni miedo ni duda en ella, eso me hacía sentir cómoda y hasta feliz.

Su teléfono comenzó a vibrar en la mesita junto a su cama, estiró la mano derecha y tomó la llamada.

-¿Aló?…¡Ah! ¡Hola!…Sí…Sí…Sí, está conmigo…me lo dijo…claro…

De pronto se puso roja.

-…¿quieres hablar con ella?…de acuerdo, bye

Me entregó el teléfono y yo confundida contesté.

Enamorada De Mi AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora