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Suena el timbre en la casa de los De Luque, ellos no se encuentran en casa, así que Ana va a atender la puerta, al abrirla se encuentra con Guillermo, vestía un sweater negro con varios dibujos de colores verdes, unos jeans rotos y unas zapatillas casuales, a pesar de ser una señora olvidadisa, nunca se le olvidó el nombre de aquel chico.

–¡Joven Guillermo!– lo saluda con un abrazo, el cual, el pelinegro responde encantado a la dulce mujer.–¿A qué se debe la sorpresa? hace tanto no te veía por aquí.– le dice en su usual tono maternal.

–Oh, yo venía a saber si puedo hablar con Samuel.– dijo jugando con sus pulgares.

–El joven De Luque está en la planta de arriba, adelante pasa.– lo invitó.

–No, no, la verdad no quiero molestar.– cuestionó.

–¡Qué va! Si sólo estamos él y yo, no es ninguna molestia.– le sonrió mientras se hacía a un lado, dejando a Guillermo entrar. –Puedes ir a su habitación si lo deseas, si necesitan algo sólo díganlo, yo estaré en la cocina preparando té.– le dió una dulce sonrisa y se marchó a la cocina.

–Muchas gracias Ana, es usted un sol.– le sonrió mientras subía las escaleras.

Caminó a la habitación de Samuel y golpeó tres veces, hasta darse cuenta de que la puerta estaba entre abierta. Entra con precaución y curiosidad, Samuel no está ahí, o bueno, no concretamente, Guillermo puede escuchar el sonido del agua y el vapor de abajo de la puerta del baño le confirma que está dándose una ducha. Sonríe mientras se sienta en su cama.

Juega con sus pulgares un rato, mientras espera a que salga, mete las manos en las bolsas de sus jeans, estrujando la carta que lleva, la saca y la coloca en la mesilla de noche para no arrugarla, un sentimiento poco agradable le domina la cabeza, decide levantarse y echar un vistazo a la habitación de Samuel, algunas figuras del anime Dragon Ball, sonríe mientras ve las pilas de libros, videojuegos y películas en su biblioteca, varios peluches y su armario de sweaters.

Un pitido lo desconcentra mientras acariciaba una foto de Samuel pequeño, se da la vuelta y nota el teléfono desbloqueado de Samuel sobre la mesita de noche, se acerca, un mensaje de WhatsApp era la notificación, curiosidad, maldita curiosidad, hace que no se decida ¿Verlo? ¿No verlo? ¿Qué demonios se supone que haga? Quizás debería...

Rubén
En línea.


¿ya le dijiste?
samuel, de verdad deberías decirle.
guillermo es una exelente persona.
no le hagas esto.

Guille decide mirar los otros mensajes, los de más arriba, los que más le dolerá leer.

Se lo diré
Algún día, simplemente no tengo el valor para decírselo ahora.
No es fácil decirle a alguien "oye, vine a romper contigo porque ya me aburres , ¿cómo le hacemos o qué?"

Todo era verdad... Lo que Frank le había confesado era verdad... Guillermo estaba destruido ahora, la puerta a sus espaldas se abrió, Samuel palideció al verlo con su móvil en manos.

–¡Guille! ¿Qué haces aquí? ¿Ana te dejó entrar?– intentó cambiar de tema pero ya era muy tarde.

–Eso no importa... Por favor dime que no es cierto...– sus ojitos lo miraron llenos de lágrimas, Samuel debía ser fuerte, su numerito de tristeza ya no le hacía efecto.

Samuel ya no sentía nada por Guillermo, o eso quería hacerle creer, no debía saber que durante días lloró porque no quería alejarse, no quería decirle que lo amaba, no quería que Guillermo lo viera quebrarse por hacerle la peor cosa del mundo.

Samuel era fuerte ¿Verdad? Así que sólo contestó...

–Es cierto.– Guillermo, sin esperar otra respuesta, caminó hasta la salida, con la cabeza gacha, sintiéndose muy triste, dejando el móvil en la mesilla. –Guillermo, Guille, bebé espera.– le suplica mientras le toma el brazo, el azabache sólo se queda estático y contrario a lo que cree y de hecho merece que Guillermo le grite, Samuel sólo recibe una cosa del menor, quien le pide algo en un susurro.

–No vuelvas a llamarme "bebé" nunca más, ni a llamarme "Chiqui", ni Guillermo siquiera, por favor nunca más vuelvas a hablarme, te lo suplico.– Samuel soltó su mano y el menor siguió su camino sin nada más que decir, sin mirarlo, sin explicación.

A la salida del hogar ve a Doña Ana a punto de subir con la bandeja y el té, ella lo mira extrañado, y mira hacia la habitación de Samuel, donde el joven apenado cierra la puerta evitando la mirada de la mujer.

–¿No te quedas a tomar el té, niño?– el menor niega con una sonrisa rota y ojos repletos de lágrimas a punto de salir.

–No doña Ana, verá, tengo muchas cosas que hacer y tal, ya aclaré lo que quería aclarar con Samuel.– se despidió con la mano y la mujer asintió, sabiendo que nada estaba bien del todo.

En cuanto Guillermo salió por la puerta, la mujer que era madre postiza de Samuel subió a la habitación del joven, quería hablar con él de lo sucedido, sabía en qué situaciones el castaño necesitaba un abrazo y distinguía que esta era una de esas situaciones. Guillermo por su parte, sabía que era momento de sacar a Samuel de su vida, por más que le doliera, porque también sabía que Frank merecía una disculpa.

La vida era demasiado corta para esperar... Esperar que lo suyo con Samuel durase una vida.





life is too short to wait; wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora