✨ e p í l o g o ✨

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Mirando por la ventana suspira, hace nada había llovido, pero ahora hacía un sol, de esos de tarde que te calientan la piel con suavidad, pero él estaba adentro de casa, sólo apreciando las gotas que tocan el vidrio, las mismas que mojan la acera, el mismo rocío del césped.

Su habitación, por la ventana y el tragaluz entra aquel tono naranja característico de una tarde, suspira nuevamente cuando camina hasta el espejo que está frente a la puerta de su armario, se acomoda la corbata gris clarito, junto a los botones de los puños de su camisa, y para finalizar el cuello de la camisa blanca que lo destaca, se vé completamente diferente, a pesar de siempre usar ropa medio formal.

Samuel ya no se sentía una persona sensible, ahora podría jurar que era idéntico a su padre y eso no sabía si le disgustaba o le agradaba.

Ana toca la puerta de su habitación después de dar un suspiro y escuchar un "pase", con una sonrisa medio fingida entra en el cuarto de moradas paredes, su sonrisa desaparece al mirarlo tan serio, con su saco y su camisa pulida, parece un hombre de esos sin corazón y cuánto desearía la mujer que no fuera una etapa permanente, pero ella sabía que algo en Samuel se había roto, la noche anterior, antes del vendaval.

Dirigió su mirada a la mujer. –Ana.– pronunció, aquella sílaba, no importa qué tan frío pudiera fingir ser, aquél nombre siempre salía con calidez de sus labios. –¿Cómo me veo?– esbozó algo que la mujer no veía desde ayer, una sonrisa sincera.

–Bien.– la mujer pudo sentir como sus mejillas se mojaban con lágrimas tristes.–Pero no luces como tú mismo.– musitó.–Te pareces mucho a William. Samuel, eres idéntico a tu padre cuando se fué a América.– la arrugada mujer juntó sus manos temblorosas.

Samuel ya no era ese pequeño que se escondía en las cobijas y a Ana le aterraba saberlo.

–¿Estás seguro de lo que estás haciendo corazón?– preguntó con una sonrisa.

–En realidad, me siento como si estuviera ahogándome en una marea interminable.– la miró a los ojos y ella supo que lo que le decía era verdad.

–Pues la marea lleva a muchos lados distintos mi cielo, quizás a tí te lleve a tu destino finalmente.– sonrió con dulzura y lo abrazó con fuerza durante unos segundos.

–Joven Samuel.–pronunció Harold, uno de los mayordomos. –Sus maletas están en la entrada.–afirmó. Samuel frunció el entrecejo y miró su reloj, aún era muy temprano.

–Aún falta para que llegue Rafael.–se refirió al chófer de la limosina que su padre se había ridículamente resignado a pagar.

–Pues...–pronunció el hombre con una sonrisa, varios sonidos de claxon lo interrumpieron.

Ana corrió a la ventana y miró por ella, la blanca limo se asomaba con Rubén en el quemacocos saliendo y saludando como princesa.

–Oh Samuel ¡Ven a ver esto!– Samuel caminó y Rubén al verlo en la ventana empezó a gritar.

–¡Rapunsamuel! ¡Deja caer tu cabello!– lo apuntó con un enorme paraguas, Samuel río y bajó corriendo, abajo se despidió de su madre con dos besos y un abrazo.

Su padre lo tomó de la mano y le dió palmadas en la espalda –Cuidate muchacho.– Samuel juró que sería la primera vez que lo vería llorar, pero no pasó.

life is too short to wait; wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora