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¡Capítulos finales!

Las hojas de los árboles empiezan a caerse, las flores ya no se asoman y el clima da paso a la estación favorita del pelinegro, pronto será el baile de otoño, pronto, dentro de unas horas, Guillermo irá con Frank a esa tonta fiesta, a la que le prometió ir porque Frank se inscribió en su misma universidad, ambos irán el año siguiente y estudiarán la misma carrera porque, después de todo, para Frank sonaba bastante atractiva la idea, se habían vuelto muy cercanos, pero Frank sabía que no podía ser como un buitre, si no, que quería que Guillermo lo viera y se enamorase por sí mismo, hoy en su gran noche.

Se alistó y miró su traje en el espejo, nunca le gustaba verse elegante, pero el traje se le veía bonito, su madre había elegido el color rojo en su corbata, decía que le sentaba de maravilla, aún mejor que el verde, se había peinado y perfumado, Guillermo era un modelo esa noche, o al menos eso parecía. Bajó las escaleras de casa, su madre y hermana le aplaudieron abajo por lo bien que lucía, caminó con una sonrisa enorme a la sala, donde un Frank nervioso estaba mirando cada cinco segundos el reloj o su entorno, sus miradas chocaron.El mayor por unos meses se levantó en seguida y rascó su nuca con impresión.

–Wow... Tú estás... Wow– la sonrisa de Guille se fué.

–¿Me veo mal? Yo...– intentó buscar el imperfecto en su vestimenta, Frank sonrió con ternura.

–Tú te ves hermoso.– le cogió de las manos y las besó tiernamente, haciendo a Guille sonrojar y a su madre dar un gritillo pequeño.

–Tú también luces increíble.– sonrió bajando la mirada apenado, Frank se quedó embobado con sus palabras, de verdad estaba ocurriendo.

–¡Oh, casi lo olvido!– se giró sobre sus talones y tomó una cajita de plástico, de las parecidas a las que sirven para guardar la comida.

–¿Qué? ¿También me trajiste comida? Eso no es necesario porque...– al abrirse Guillermo pudo mirar un hermoso ramillete rojo, del mismo color que su corbata y la rosa roja en el traje de Frank. –Oh... es precioso...– lo admiró y se lo dejó poner en el brazo, casi en el hombro.

–¡Ay ya déjenme tomarles una foto!–gritó su madre con la cámara en mano.

–Mamaaa.– reprochó Guillermo alargando la pronunciación de sus letras.

–Mamá nada, pónganse ahí y sonrían.– dijo, los chicos obedecieron y se colocaron en una pared lisa, sonrieron y su mamá tomó la fotografía, Frank río después de unas cuantas fotos más.–¡Están hermosas!– reconoció la mujer.

–Si pero ya vale.– Frank rió al ver como la madre del pelinegro le sacaba la lengua.

–Ahora sí, ¿Listo?– preguntó el chico moreno.

–Listo.– dijo Guille mientras tomaba al mayor del brazo y salían juntos de casa hasta el auto.

–¡Adiós! ¡Que se diviertan!– dijo su madre desde la puerta despidiéndose. –¡No dejes que Guillermo beba mucho!– le dijo su madre a Frank mientras le guiñaba un ojo.

Francisco rió y Guillermo sacó la lengua a su madre antes de subir al coche por la puerta que Frank le había abierto. –Vale, vale, tranquila señora Ibáñez.– le sonrió y antes de subir al coche la mujer lo llamó por última vez.

life is too short to wait; wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora