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Final

Samuel inhala profundo y baja las escaleras, varias miradas se posan en él y le ayudan a buscar a Guillermo, hasta la gente del baile está acostumbrada de ver a Samuel siendo rechazado por Guillermo varias veces durante lo poco que le quedaba al curso escolar.

Samuel buscó, entre las personas, entre aquellos vestidos pomposos de las chicas y decoración vigorosa del salón, entre aquellas luces neón y esa obscuridad que necesita para funcionar, entre el humo y la música de la pista, nada, Guillermo no estaba y tampoco Garnes, Samuel empezaba a creer que en cuanto llegó él a ellos los evaporó el aire.

Unas manos jalaron su traje, se dió la vuelta procurando que la prenda no se hubiera dañado, David lo miraba con una sonrisa enorme, Samuel quería saludarlo, en verdad, pero le precisaba encontrar al azabache, sonrió y señaló atrás con su mano, dándole a entender que debía irse.
Se adentró de nuevo entre la gente y en un abrir y cerrar de ojos, pudo escuchar la inconfundible risa de Guillermo, acelerándole el corazón y haciéndolo mirar en todas las direcciones, hasta que lo vió, riendo con Francisco Garnes en la salida al patio trasero, abrazándose y bailando con Garnes en la entrada, riendo tan sonoro como la primera vez que los vió en este mismo gimnasio, en clase de educación física, pero había algo diferente.

Samuel ahora los miraba, los miraba y por más que quería interferir, sus músculos no se movían.

Miró hacia arriba buscando una escapatoria, se encontró a Rubén en la segunda planta del gimnasio, desde un balcón, señalando abajo suyo desesperadamente, saltando, moviendo los brazos, Samuel cruzó mirada con el frenético castaño.

"¡¿Qué estás esperando coño?!" Susurraba el castaño haciéndole señas. "¡Corre estúpido!" Lo alentó, Samuel tragó saliva.

Caminó sólo dos pasos, con la mirada fija en Guillermo, una tabla de madera vibró al ser pisada, moviéndole el suelo al azabache, haciéndolo mirar en su dirección.

Sus miradas se cruzaron, miel y chocolate se fundían de nuevo, ambos con nervios, ambos con miedo, era como si todo se callace de un momento a otro y el mundo se detuviera en un momento.

Pero Guillermo había averiguado una manera de romper ese momento, huyendo.

Se soltó de Frank y sin decir nada corrió por el patio trasero del instituto, el cual estaba solitario, Samuel corrió detrás suyo, con el corazón desbocado, Frank lo vió correr tras él, y supo que alguno de los dos estaría jodido.

–¡Guillermo!– gritó afuera a todo pulmón el castaño. –¡Espera!– siguió corriendo, sin importarle que hacía un viento terrible, haciendo volar hojas y ramas.

Era otoño... La estación favorita de Guillermo, Samuel lo recordaba bien...

–¿Sabes por qué los huracanes tienen nombres de personas?– dijo el pelinegro sentado en el borde de la casita del árbol donde acostumbraban almorzar.

–No ¿Por qué amor?– preguntó el castaño mientras lo abrazaba, la madera crujía con el viento de lo que parecía ser un posible huracán.

–¡Guillermo! ¿Dónde estás?– corrió por el césped. –¡Sólo quiero hablar contigo! ¡Por favor escúchame!– suplicó buscándolo con la mirada.

life is too short to wait; wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora