Confeti

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A Zoro no le importaban los cumpleaños. Por lo general, no le parecían la gran cosa, simplemente era un año más en el que la gente se volvía más vieja, así que pasaba de ellos. Por eso, incluso en este día, que era el día de su propio cumpleaños, actuaba normalmente, como si no fuera un día especial.

Es más, era todo lo contrario, hoy se encontraba más irritado, debido a que sus nakama se encontraban asediándole con sus felicitaciones y sus ganas de celebrar. A él no le molestaban las fiestas, le encantaba beber, pero no le gustaba ser el centro de atención, a pesar de lo egocéntrico y orgulloso que podía ser muchas veces. Y eso es lo que era hoy: el punto donde se centraba la atención de sus camaradas. Desde que se despertó —o lo despertaron—  todo era fiesta y bullicio, y por alguna razón su cabeza le dolía un montón.

Por eso, cuando entró a la cocina en busca de su almuerzo y los silbatos comenzaron a sonar, a la par que algunos globos se reventaban soltando confeti por los aires y un letrero de feliz cumpleaños se desplegaba ante su vista, no pudo evitar fruncir el ceño y dejar salir un resoplido.

Sin embargo, no dijo nada. Agradeció el gesto de sus nakama y se sentó a comer, apreciaba que por lo menos hubiera más sake de lo usual.

—Gracias chicos, pero no era necesario tanto alboroto. Chopper, ¿tienes algo para el dolor de cabeza? Siento que mi cabeza va a explotar.

—Claro, pero tienes que almorzar primero, las píldoras no se toman con el estómago vacío. Tampoco puedes combinarlas con alcohol, así que no te recomiendo que te bebas ese sake.

—Tsk... Entonces olvídalo. Ya bebí algo de sake. Supongo que me tendré que recostar y ya está.

Al acabar de comer, el espadachín pudo notar que todos comenzaron a murmurar entre sí, lo que lo hizo sospechar.

—"Pss, esos tontos son muy obvios. Apuesto a que saldrán con un pastel o algo así".

Y así era, no se equivocaba en lo absoluto. Los chicos salieron y entre susurros decidieron que Robin sería la encargada de distraerlo mientras ellos preparaban todo; por supuesto, esto era idea de Nami, que sabía de los sentimientos de esos dos incluso cuando ni ellos mismos se habían dado cuenta o se esforzaban en mentirse a sí mismos diciendo que no sentían nada.

Robin pensó en una buena excusa para acercarse mientras comía su último trozo de Onigiri. No solía hablar mucho con él, a pesar de que le atraía muchísimo y siempre había pensado que era una persona interesante. Su tiempo se agotó cuando el espadachín se puso de pie, dispuesto a marcharse, así que ella, por impulso, hizo lo mismo.

—Espera, Kenshin-san...

— ¿Eh?

—Es que... Tienes el cabello lleno de confeti. Déjame ayudarte a sacarlo de tu pelo.

—Adelante—, le dijo él, en realidad sin saber por qué. No es que le importara mucho, ¿cierto? Entonces, ¿Por qué se había sentado a la espera de la ayuda de la mayor?

Robin se puso detrás de él y comenzó a dividir el suave pelo del chico, sacando poco a poco los diminutos pedazos de papel redondos, mientras se hacía un silencio un poco incómodo. Zoro cruzaba los brazos, a la espera, intentando contener su sonrojo con cada cosquilleo que recibía al sentir el contacto de los dedos de la chica y su cráneo. Luego de unos minutos, Robin escuchó a Nami gritar la frase clave, que  era, básicamente, "Luffy, ¡para de hacer eso, idiota!" (Por cierto, Luffy realmente se encontraba en apuros por intentar comerse el pastel), así que se detuvo de hacer el trabajo, que ya había terminado hacía unos minutos, y le sonrió dulcemente, indicándole que había terminado. En ese mismo momento sonó un vaso rompiéndose y Robin se dispuso a salir. Zoro la agarró de la muñeca y la detuvo.

Acero y floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora