Roadkill // LuWoo - WooCas - NCT

11.

Nota: Para conocer el otro punto de vista de este suceso pueden leer el one-shot "Stay" dentro de la colección "February" (publicado en este perfil)

Cuando Lucas llega, le es imposible no fijarse en el suéter negro de cuello alto que delimita su cuerpo a la perfección, y que contrasta con los pantalones holgados junto con los calcetines que lleva puestos en un look casual de alguien que, tal vez, acaba de salir de la cama. Repara en eso y en la posibilidad de haber perturbado su noche de sueño, pero ni eso ni los pensamientos que cruzan espontáneamente su mente, con MinHyung como protagonista, logran hacerle sentir lo suficientemente culpable como para detenerse.

Y simplemente deja que su cuerpo actúe por él cuando, en un intento de mostrar su ira, su despecho y las ganas locas que se sobreponen hasta al más cuerdo de sus pensamientos, termina por acallar los labios de JungWoo en un arrebatado beso.

De ahí, no es capaz de hacer funcionar su cerebro de manera lógica: todo lo posiblemente correcto se deshace, junto con sus labios desarmándose ante cada roce correspondido por completo por JungWoo, quien le indica el camino hacia su cama en cortas palabras, interrumpidas por la manera en que lo escucha suspirar cada vez que abarca más terreno en su piel. Recorre sus pómulos, el lóbulo de sus orejas, su cuello; cuando llegan a la cama, lo desnuda con brusquedad y devora cada parte de su piel expuesta, llamándolo a lamer, mordisquear, besar. Mientras escucha los jadeos de él, siente su propia erección transformándose lentamente en un problema del que desea que JungWoo se haga cargo, queriendo fervientemente utilizar su cuerpo para ese fin. Sin embargo, cuando sus besos ya van a altura del torso desnudo del mayor y su mano se encuentra masturbándolo, es que una pregunta irrumpe el placer que se ha apoderado de su pensamiento racional.

Y la realidad choca con él, cuando escucha la dulce voz de JungWoo preguntando en un susurro.

—¿Por... qué? ¿Por qué conmigo es diferente?

—¡¡Porque yo a MinHyung lo amo!! —responde en un grito, aún sosteniendo el miembro de JungWoo con su mano derecha. Incapaz de mirar exactamente lo que su mano ha estado haciendo con frenesí, le devuelve la mirada a él, intensamente, hasta que ya no puede continuar—. ¡¡Ah, mierda!!

Se cubre el rostro con ambas manos, abrumado. Con el corazón transformado en un alboroto de latidos, siente cómo se hace trizas al pensar en MinHyung y en lo que le dolería saber que ha sido capaz de seguir como un perro faldero a JungWoo, quien no tiene nada de culpa en lo sucedido. Mientras habla con él y deja salir sus tribulaciones, lo nota en su manera hasta de pestañear: JungWoo no tiene la culpa de lo que está pasando entre los dos, ni tampoco lo ha presionado de ninguna manera. Cuando le escucha directamente decir que el tiempo ignorándolo —el que se ha sentido como una corrosión a nivel de su pecho, durante cada maldito día de la semana que ha aguantado sin él— no ha sido más que un intento infructuoso por parte de JungWoo para que no terminen haciendo una estupidez, la culpabilidad se siente como lo más amargo que ha saboreado jamás.

Pero en el momento en que sus ojos quebradizos le hacen una pregunta, no, más bien una petición, la culpa es sustituida por una nueva mezcla de emociones.

—Quédate hoy, ¿sí? Cas...

Mientras lo abraza, es consciente de que está siendo egoísta, un desgraciado, una verdadera mierda de persona. Sin embargo, ¿detenerse ahora cambiaría de alguna forma los hechos? Estando desnudo junto a JungWoo, besándolo y retomando la acción a través de besos suaves en primera instancia, desordenados y llenos de tensión sexual después, se da cuenta de que absolutamente nada cambiaría el hecho de que está en la cama de JungWoo en plena madrugada y de que ya han llegado muy lejos para dar marcha atrás: que ya ha tocado cada centímetro de la piel del contrario, la que se llena de sudor mientras lo penetra y siente sus uñas aferrándose en la espalda; que ya conoce a la perfección el interior de la boca de JungWoo, a la que acalla a través de más y más besos, silenciando sus gemidos que brotan desde lo profundo de sus pulmones en cada nueva embestida; que aunque se devolviera a casa en ese preciso instante no tendría cómo explicar el estado de su cuerpo, lleno de rastros casi invisibles de saliva, sudor y líquido preseminal ajenos.