32 | La cita

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*Narra Camila*

Soy una de esas personas que le cuenta todo a sus padres, o bueno, solo las cosas buenas. Y, bueno, tener una cita es algo bueno, ¿No?

Mi madre, en este mismo instante —literalmente— estaba sacando toda mi ropa y eso era un total desastre.

— ten, ponte este.— Mamá saca entre la bola de ropa un vestido verde.

Pero odio ese color. Es más, ni siquiera sé qué hace ahí.

—Mamá...—  intenté llamar su atención, pero parece estarse haciendo la sorda.

—¡Oh! Mejor ponte éste.—  me lanza unos trapos que no cubren ni la mitad de mi cuerpo.

Mátenme por favor.

Con desesperación intento mandarle indirectas para que me deje sola, pero nada.

Ya estuvo bueno...

—¡Mamá! ¡Por Dios! ¡Deja de esculcar mi armario y déjame escoger la ropa!—

Me miró impactada al escucharme, pero en ese momento tapé mi boca con ambas manos, ya que yo no suelo gritarle a mi mamá.

Ay no, ahora me siento mal por haberle levantado la voz.

— L-Lo siento.—dije con pena, mientras seguía tapándome la boca.— sólo deja que elija yo...— traté de decírselo lo más suave posible.

Pero es que sus gustos no coinciden con los míos, además de que creo que exagera...

— Oh...— Carraspea.—está bien, pero cualquier cosa me dices.— Parece comprender mi situación y me regala una sonrisa, para después salir de mi habitación.

Comencé a buscar entre mis cosas, algo que llamara mi atención —Y quiero aclarar que me gusta la ropa de colores bajos, algo reservado pero tampoco de monja.

¡Lo encontré!

Era un vestido que mostraba muy poca cantidad de mi espalda. Aquel vestido era negro, con un cinturón cremita. Decidí ponérmelo con unos zapatos sin tacón, del color de mi cinturón. Opté por plancharme el cabello, y después hacerme unos rulos por las puntas, ya que no me gustaba que estuvieran lacias.

Con nerviosismo, salgo de mi habitación. Bajo las escaleras y entro a la cocina para avisarle a mi madre que ya estaba lista.

Sinceramente no me gustan los vestidos... pero quiero darle el gusto a mi madre. Compensándole así por manera en la que le hablé.

— ¿Mamá? —

Ella se encontraba picando un jitomate, parecía muy entretenida, hasta que me regresó a ver.

— Santa madona... Hija, ¡Estás estupenda!— Chilla, dejando de picar, y empezando a lavarse las manos, para después abrazarme.

Me río, algo ruborizada.

— ¿Te confieso algo? La verdad pensé que te irías con un pantalón y una camisa de tu padre.— Rueda los ojos con diversión.— Pero gracias a dios decidiste ponerte ese vesti...— Para en seco, y veo un brillo de tristeza en sus ojos.— querida, es el que te regaló tu abuelo celestino.—

Entonces abro los ojos como platos y regreso a ver aquel vestido con lentejuelas. Trago en seco y acaricio con suavidad la tela.

Mi abuelo...

Era el padre de mi papá, recuerdo que éramos unidos. La navidad pasada, él me lo regaló alegando que algún día lo iba a ocupar.

Claramente yo lo negué, aunque no fui capaz de rechazar aquel regalo.

Chaparras al Ataque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora