2. Nostalgia

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Después de esa fatídica noche que marcó un antes y un después en nuestras vidas, en especial en la de Oliver, nos dispusimos a partir hacia la casa de Justin.

Ahora mismo estábamos viajando, íbamos en autobús de larga distancia.

El viaje era silencioso entre nosotros, en realidad se escuchaba el ruido de las llantas contra el pavimento de la ruta, el ruido del motor y conversaciones sin importancia de otros pasajeros.

Justin estaba sentado junto a Jordan y se había dormido. Andrew estaba sentado junto con Xan, en realidad Xan no iba a venir con nosotros pero Oliver lo invitó porque dijo que quería llevarlo a Sheffield, creo que entre ellos tenían un acuerdo o una amistad que yo desconocía, además ese chico le hacía compañía a Andy.

Yo estaba sentado junto con Oliver y él estaba mirando por la ventana. Yo abrazaba su brazo y él soplaba contra la ventana y le dejaba en empaño frío, similar a la neblina y con su dedo dibujaba pequeños puntos en diferentes partes.

La expresión en el rostro de Oliver era serena, su piel estaba mucho más pálida, sus venas azules se marcaban en su mentón y sus tatuajes resaltaban mucho más coloridos, la rosa en su cuello parecía de un color rojo intenso. Veía la perforación en su labio inferior, y sus labios estaban incoloros. Unas pesadas ojeras resaltaban bajo sus ojos verdes sin brillo. Se veía hermoso sin lugar a dudas, siempre se ve hermoso y ahora que está muerto es hermoso para toda la eternidad.

—Mira esto.—Dijo Oliver dejando de dibujar puntos sobre el vidrio, y entonces comenzó a unir los puntos. Era como si uniera estrellas para formar una constelación pero en neblina plegada al vidrio de la ventana. Yo no pude prestar mucha atención porque sólo quería verlo a él. Sus labios se entreabrían mientras él se concentraba en su dibujo— Kellin préstame atención por favor.—Me dijo. Yo sonreí porque él sabe que toda mi atención es suya. Entonces miré hacia la ventana, y cuando vi el dibujo que había hecho me sorprendí bastante ya que había dibujado una enorme casa victoriana en cuestión de segundos. Esa era la estancia de Oliver cuando nos habíamos conocido hace 200 años.

—Es tu casa.—Le dije con notable sorpresa. Cada detalle estaba ahí, desde la enorme entrada con sus escalones rectos, las ventanas largas y grandes en final, los balcones de las siete habitaciones que se veían de la parte de adelante y a los lados, los dos enormes sauces que le daban cierto misterio y lujo a la vez. Era una mezcla extraña entre calidez y elegancia.

—¿Recuerdas cómo nos conocimos? —Preguntó Oliver en voz baja y volteó a verme.

—Lo recuerdo cada día de mi vida.—Le dije y posé mi mirada en los ojos oliva de mi novio, pero inmediatamente entrecerré mis ojos y él se acercó a mí. Y así una vez más como tantas otras veces, volvimos a unirnos en un beso, suave y lento. Exquisito.


El día en que conocí a Oliver estaba lloviendo, recuerdo que el cielo parecía más oscuro de lo que era por los espesos nubarrones café grisáceos que se extendían a lo alto. Las gotas de lluvia no eran furiosas pero si continuas y el viento no soplaba.

Ese día viajaba junto con mi padre en su mejor carruaje. Le quería dar una buena impresión al señor Sykes, ya que era un comerciante muy destacado en Norte América, mi padre decía que conseguía las mejores telas y especias de Asia, además tenía una basta reserva de esclavos totalmente eficientes, lo que para mí en ese entonces y también ahora, me parece una completa abominación.

La rueda hacía su crujiente ruido bajo la gravilla del camino que nos llevaba a la alejada ascienda del señor Sykes. Yo para ese entonces tenía 13 años, estaba cerca de cumplir 14 años y sería menor de edad hasta cumplir mis 21, en lo que a mí respecta, por aquellas épocas yo era muy caprichoso y poco habían influenciado mis institutrices en mi conducta.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora