3. Impertinencia

97 13 1
                                    


—Nos faltan casi una hora para llegar.—Dijo Justin ante las insistentes preguntas de Andy.

—Eso dijiste hace una hora.—Se quejó Andy.

—Bueno, detente Andy.—Se quejó Jordan.

—No quiero.—Respondió Andy.

El viaje en autobús había durado más de lo que soportábamos y todo había sido porque se había descompuesto una rueda. Estuvimos unos minutos parados esperando a que arreglen eso y ahora habíamos vuelto a retomar el viaje pero se notaba que íbamos más lento. Y para entonces Andy estaba aburrido, Xan a su lado se había dormido y las quejas de Andy parecían no perturbarlo en lo absoluto.

Yo iba junto a Oliver e íbamos tranquilos a pesar de todo, ambos disfrutábamos la compañía que nos dábamos.

—Te amo.—Dije mirándo su rostro que estaba de perfil ya que él se encontraba mirando por la ventana perdiéndose en el paisaje.

—También te amo.—Respondió Oliver y volteó a verme. Tenía dibujada una pequeña y se veía bastante pacífico.

En ese momento, ambos nos unimos en un beso tierno y lento, cerramos nuestros ojos y lo cargamos de cariño y dulzura. Y en cuanto nos separamos, ambos abrimos nuestros ojos y nos sonreímos. Siempre coordinábamos cada movimiento, ya nos conocíamos de memoria, al menos él me conoce de memoria y a mí me falta conocerlo a él.

—Pensar que no soportabas mi presencia.—Dijo Oliver. Sabía que se refería a cuando a penas nos habíamos conocido.

Yo hice una mueca.

—Éramos muy diferentes por aquellas épocas.—Respondí en voz baja— Además tú me asustabas.

—No parecía asustarte. De hecho tú siempre fuiste el que parecía mandar entre nosotros, ¿Acaso no recuerdas nuestro primer beso? —Se burló y yo solté una risa ligera.

—Fue algo nuevo para ambos, ¿No? —Le pregunté.

—Fue mi primer beso.—Dijo Oliver y volteó a ver por la ventana. Yo apreté mi abrazo a él y suspiré. Aún al pasar los años, me parece realmente sorprendente que haya sido su primer beso, más porque por aquellas épocas Oliver era un hombre más grande que ahora, pero era un ser totalmente diferente, carecía un poco de humanidad y amor.





Recuerdo que una tarde Oliver me llevó de cacería, dijo que un hombre debía saber cazar. Y yo le insistía en que sólo se debía hacer cuando era necesario.

No me agradaba la idea de matar a un animal, pero poco podía decir ya que las quejas de un niño eran escuchadas pero no tomadas en cuenta.

Esa tarde estaba soleada y sin brisa. En el monte en el que estábamos, abundaban los pastizales largos y la humedad. Los tonos verdes y cafés invadían la zona. Como hace poco había llovido habían grandes charcos de agua y todo el lugar estaba lleno de mosquitos. Llevábamos ropa de cacería lo bastante gruesa como para que no molesten, pero los mosquitos estaban empecinados en molestarme, en cambio Oliver iba muy tranquilo cargando el mosquete en su espalda.

—Odio esto, odio cazar, odio los mosquitos.—Hablé molesto y moví mis manos hacia todos lados en un intento por librarme de ellos. Pero Oliver hacía oídos sordos a mis quejas— Señor Sykes, quiero volver.

Lo que quieres es volver a tu casa y ahora estás conmigo.—Respondió Oliver. Aún seguíamos caminando buscando un buen lugar para escondernos y cazar un venado, un jabalí o cualquier cuadrúpedo que se nos cruzara.

Pero es que...

Este es un buen lugar.—Me interrumpió Oliver y señaló unos arbustos que estaban cerca de unos árboles. Detrás de ellos se veía un campo abierto, y justo en ese momento una familia de venados se acercaba. Oliver se agachó y sacó el mosquete de su espalda, lo traía colgado con una correa de cuero— No hagas ruido.—Me dijo en voz baja.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora