D O S

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—¿Puedo preguntarte algo?

Ya decía yo que este silencio era demasiado bonito para ser real.

—Creía que habíamos quedado en que no hablarías en todo el camino.

—Y yo creía que no ibas a subir al coche.

Uf, en toda mi boca.

Apreté los labios y giré la cabeza hacia la ventanilla. Mis ganas por estrangularlo con el cinturón de seguridad aumentaban un 10% por cada comentario estúpido que decía, y no eran pocos.

—¿Puedo o no? —insistió, al ver que no respondía. Continúe con los ojos clavados en la carretera sin pronunciar palabra—. Me tomaré tu silencio como un sí —asumió al final, y giró en una curva—. Tengo la ligera sospecha de que no te caigo demasiado bien.

—Oh, ¿Tú crees, Carter?

Por lo visto, mi ironía le molestó bastante. Porque frunció las cejas con tanta fuerza que hasta unas pequeñas arrugas se formaron a los extremos de sus ojos.

—Quiero saber el porqué.

—Tú ya sabes muy bien el porqué.

—¿No me jodas que ha sido por la broma de antes? —intentó adivinar—. Solo te he tomado un poco el pelo, Rachel. Este bullying es excesivo.

Estaba empezando a sospechar si de verdad Carter era imbécil o solo se lo hacía. ¿Acaso no recordaba lo que pasó cuando éramos niños? Porque de ser así, mi odio hacia él aumentaría de manera considerable. Yo no había podido sacarme la escena de la cabeza en todos estos años.

—Me importa una mierda tu broma —dejé en claro—. Los motivos por los que me pareces un imbécil van mucho más atrás en el tiempo.

Se quedó callado por unos segundos, supongo que calentándose la cabeza en un intento por averiguar de qué le hablaba. Casi podía escuchar girar los escasos engranajes que debía tener en la cabeza.

—No te sigo —contestó al final, encogiéndose de hombros despreocupadamente.

Froté mi rostro con ambas manos.

Dios, dame paciencia, porque como me des fuerzas... lo mato.

Cogí una gran bocanada de aire por la boca, porque todo lo que le iba a soltar a continuación me iba a dejar agotada en todos los sentidos.

—Fue en primaria, en concreto cuando íbamos a quinto curso. Me levantaste la falda en medio de una obra de teatro y mis bragas de Spider-Man fueron portada del periódico escolar durante tres meses. —Prácticamente escupí las palabras, porque me era imposible hablar de ese tema sin que me hirviera la sangre—. Quedé como una idiota delante de todo el colegio, incluidos mis padres. Bueno, los míos y los de todos, porque encima tuve la gran suerte de que ese día la sala de actos estaba a reventar. Pasé de llamarme Rachel Jane a Mary Jane durante más de cinco años porque a los cutres de mis compañeros no se les ocurrió otro apodo mejor, y fue todo por tu culpa, Carter.

Cuando terminé de hablar no podía ni mirarle a la cara, porque sabía que si lo hacía, probablemente le acabaría atizando un puñetazo. Así que clavé la vista en la alfombrilla y esperé paciente su respuesta, pero los segundos pasaban y no llegaba.

Entonces, harta de que permaneciéramos en silencio como dos estúpidos, me volví de nuevo hacia él y pregunté—: ¿Te has situado ya o te hago un mapa?

El rostro de Carter estaba completamente desencajado. Pálido y con la boca entreabierta, como si todavía no hubiese terminado de asimilar mis palabras.

The real youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora