T R E I N T A Y T R E S

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La primera imagen que vi al llegar a casa me dejó atónita, preguntándome mentalmente si de verdad había entrado a mi vivienda o me había colado en casa de un vecino.

La radio que nunca encendíamos reproducía una vieja canción que mis padres bailaban sonrientes en medio del salón. Tom y Brett estaban tirados frente al televisor jugando a la play mientras reían sin parar. Cada cierto tiempo, Tom codeaba a Brett en tono de burla porque, por lo poco que llegué a ver, iba perdiendo. El olor a huevos revueltos y carne inundaba el ambiente, probablemente habían desayunado hacía muy poco. La casa rebosaba una extraña alegría que me ponía los pelos de punta.

Ese ambiente familiar con Brett en medio me provocaba ganas de vomitar.

Me quedé quieta, sin dejar de observar a mi alrededor. Todavía no habían decaído en mi presencia.

El sonido que hice al cerrar la puerta tras mi espalda hizo que todos posasen sus ojos en mí. De pronto, sus sonrientes rostros se tensaron. Bueno, todos menos el de Brett, que me observaba con cierta diversión.

—¿Qué ocurre? —les pregunté, en un tono casi inaudible a causa del shock.

—¿A nosotros? Qué te ocurre a ti —escupió mi madre, apartándose de mi padre para plantarse frente a mí—. ¿Te parece normal pasar la noche fuera sin decirnos nada? ¡Nos tenías preocupados!

—Uy, sí, ya veo —me mofé, provocado que Brett soltase una risita por lo bajo. Clavé mis ojos en él, dejándole bien clarito que no estaba muy de humor para soportar sus idioteces. Lejos de sentirse intimidado, me guió un ojo.

Gilipollas.

—¿Dónde has dormido? —intervino papá, el único que sí que sonaba algo preocupado.

Tragué saliva.

—En casa de Kim.

—Ayer llamamos a tu tía y nos dijo que no estabas —volvió a hablar mi madre—. Ah, y también llamamos a los padres de Danna, por si se te ocurre volver a mentir.

Me mordí el interior de la mejilla. Estaba empezando a ponerme muy nerviosa. No podía decirles que había pasado la noche con Carter. Me matarían.

—Venga, dinos la verdad —insistió papá, al ver que no contestaba, adoptando un tono suave, supongo que para transmitirme un poco de confianza.

Me removí en el lugar apretando los puños a mis lados. Notaba el corazón en la puta garganta, amenazando con salirse en cualquier momento. Debía decir algo, cualquier cosa.

Abrí la boca, pero antes de que pudiera pronunciar palabra, Brett se levantó.

—Vamos, dejad a Rachel en paz. —Se acercó a mi madre con chulería y le rodeó los hombros con su brazo, atrayéndola hacia él—. Seguro que ha ido a una fiesta y se ha quedado en casa de un amigo a dormir. O de botellón. O simplemente ha pasado la noche por ahí con sus colegas. Nada que vosotros no hayáis hecho de jóvenes, así que no os rayéis. Dejad a la chica disfrutar de la vida.

—¿Disculpa? —protestó mi madre entre risas, dirigiéndose hacia Brett—. Yo en la vida me he escapado de casa. He sido una hija ejemplar.

Brett estalló en una sonora carcajada.

—Venga ya mamá, a nosotros no nos la cuelas. ¿Acaso has olvidado todas las anécdotas que nos has contado de tu adolescencia? Porque puedo refrescarte la memoria —amenazó Brett, elevando sus espesas cejas.

Mi madre se sonrojó, pero trató de ocultarlo de la misma manera que hacía siempre; negó repetidas veces con la cabeza y levantó una mano en el aire.

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⏰ Última actualización: Apr 13, 2020 ⏰

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