V E I N T I S E I S

523 57 119
                                    

Terminé de aplicarme la última capa de labial y examiné mi reflejo. A pesar de que solo llevase una fina base cubriendo mi rostro, un poquito de rímel en las pestañas y un pintalabios coral muy sutil, me sentía como un puto payaso. Nunca había sido de maquillarme mucho, y quizá debí haber pedido ayuda a Kim, pero estaba segura de que si hubiese aprovechado esa posibilidad, habría acabado más maquillada que una puerta, y la ocasión tampoco merecía tanto.

Las puertas de la discoteca del barco abrieron allá sobre las nueve de la noche, y ya nos habían dado permiso para que nos pasásemos por ahí cuando quisiéramos. Si os soy sincera, en un principio quise abstenerme. Pero eso solo habría servido para quedarme encerrada en mi camarote y revivir una y otra vez el pésimo encuentro que había tenido con Carter esa misma tarde. No merecía la pena, y menos siendo consciente de que no tenía ni puñetera idea de lo que había pasado en realidad.

Cuando salí del baño, me encontré a Nate intentando anudarse (sin éxito) una corbata al cuello. Enarqué las cejas al atisbar lo elegante que iba. Se había puesto unos pantalones de vestir, una camisa negra muy elegante y hasta una americana.

—¿Por qué te arreglas tanto? —me vi obligada a preguntar, pues yo solo me había puesto un mono negro de pantalones cortos y una camiseta blanca de tirantes remetida por debajo.

—¿Y tú por qué te arreglas tan poco? Vamos a cenar con el capitán.

Parpadeé varias veces, incrédula por lo convencidas que sonaban sus palabras.

—¿Cenar con el capitán? ¿Pero qué dices?

—Claro, me la ha dicho Carter. Dice que tenemos que ir vestidos con traje, hacerle una reverencia cuando entre porque sino es de mala educación y llevarle un regalo, aunque yo no he tenido tiempo de comparar nada y... —Su voz se fue apagando a medida que mis ganas de estallar en una carcajada se hacían cada vez más presentes en mi rostro. Apartó ambas manos de su corbata y suspiró desganado—. ¿Me ha tomado el pelo, verdad?

—Me temo que sí —admití—. No va a haber ninguna cena, Nate. Como mucho nos pondrán un par de canapés para que no nos desmayemos en medio de la pista de baile y vamos que chutamos.

Se quitó lo corbata de un tirón y se pasó una mano por la nuca, agobiado.

—¿Y ahora qué coño hago así vestido? —me preguntó, señalando con una mano su atuendo—. No puedo ir así, parezco gilipollas.

Me crucé de brazos y examiné su indumentaria en silencio, tratando de buscar alguna forma que no le hiciese ver tan arreglado.

—Déjame a mí. —Me acerqué a él y le quité la americana. Le saqué la camisa negra por fuera de los pantalones y le coloqué bien el cuello de esta. Él seguía mis movimientos con su mirada sin decir nada—. ¿Qué te parece? Ahora vas arreglado, pero no mucho.

Nate entró al baño y analizó su vestimenta, girando un par de veces sobre si mismo para verse la espalda. Después sonrió un poco y me miró.

—No me gusta.

Se sacó la camisa por la cabeza de mala gana y la estrelló contra el suelo, como si fuera un niño pequeño al que le acababan de negar el permiso para hacer algo. Rodé los ojos y me froté el rostro con una mano. Este tío iba a acabar con mi paciencia.

Mi móvil vibró anunciando un mensaje y lo saqué de mi bolsillo del pantalón. Eran Danna y Kim. Me habían enviado un selfie de ellas dos haciendo morritos, anunciándome que ya estaban listas. Danna había recogido su cabello negro en un moño alto y Kim llevaba una trenza de lado que caía sobre su pecho. Estaban preciosas, y mucho mejor maquilladas que yo. Levanté la vista hacia Nate. Seguía plantado en medio de la habitación con cara de mala hostia y los brazos cruzados sobre su pecho.

The real youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora