D I E Z

466 35 81
                                    


—Oye, po-

—Shh

—Pero dime qué pas-

—¡Sshh!

—¿Me vas a dejar hab-

—¡Cállate!

—¡Vale! —se resignó al final Carter, de muy mala gana, quedándose en completo silencio por un par de minutos, el tiempo justo que tardó mi madre en dejar de pegar gritos por la casa como si fuera una jodida lunática.

—Creo que se ha ido —murmuré, y al relajar mi cuerpo caí en que mis dedos y los suyos aún seguían entrelazados.

—Perdón —me disculpé un poco nerviosa, dando un leve tirón para deshacer nuestro contacto, pero Carter me lo impidió agarrándome con más fuerza.

—¿Qué coño pasa? ¿Quién era esa mujer?

Parecía preocupado, o al menos eso deducí gracias a su tono de voz, porque ver, no veía mucho. La escasa luz que entraba era a través de la rejilla de las puertas, y no es que iluminase demasiado. Solo podía distinguir una imagen muy difuminada de su rostro.

—Mi madre —admití avergonzada—. Se supone que estoy castigada, pero mi prima insistió en venir a la fiesta y, bueno, aquí estoy.

—¿Castigada? ¿Qué has hecho?

Que lo dudase me ofendió mucho.

—Pues colarme en una playa privada con un chico bastante idiota y ganarme una multa de 800 pavos. ¿Te suena? 

—Mmmm... Un poco, ¿el chico era guapo? —preguntó el cabrón, con una pícara sonrisilla que logré distinguir claramente a pesar de la oscuridad. Apreté los labios y desvié la mirada, temiendo por que pudiera notar lo nerviosa que me había puesto su dichosa pregunta.

—Los he visto mejores.

Rió y se acercó un poco más, dejándonos todavía más apretados de lo que ya estábamos.

¿Pero qué narices estaba haciendo?

Yo seguía con los ojos clavados en la puerta de madera, rezando mentalmente porque dejara de aproximarse. Cada centímetro que acortaba hacía que mi corazón latiera con más fuerza, llegando al punto de avergonzarme por si lograba escucharlo.

Carter agarró con delicadeza uno de mis mechones y lo colocó tras mi oreja, después, se aproximó a esta y susurró:

—Entonces, ¿Por qué te pongo tan nerviosa?

Su cálido aliento chocó contra mi cuello, provocándome un escalofrío que me erizó la piel. Cerré los ojos e intenté regular mi respiración. Necesitaba relajarme, y rápido. Carter estaba consiguiendo volverme loca.

—Quizá soy yo la que te pone nervioso a ti —contraataqué, volviendo la cabeza al frente para poder mirarle a la cara. La rejilla de luz trazaba una línea que iba desde su ojo derecho hasta el final de sus labios, dejándome con la vista estancada en ellos por unos breves instantes.

—Y lo haces —se delató, acariciando el dorso de mi mano con su dedo pulgar—. Creía que ya te habías dado cuenta.

—No —musité como una idiota, sin poder apartar los ojos de sus labios, que cada vez se encontraban más cerca de los míos.

—Entonces disimulo de puta madre —comentó divertido, aunque adoptó un tono de voz bastante serio, algo inusual en él.

Sentí sus dedos deslizarse sobre los míos y empezar a ascender por mi brazo desnudo, trazando una línea suave y delicada que acabó en mi mejilla. La acarició, pero no con demasiada decisión. Parecía más bien un roce, como si no estuviera seguro de lo que estaba haciendo. Entonces, cuando sentí mi corazón a punto de estallar y la extraña sensación de querer acariciarle también, se echó hacia atrás negando levemente con la cabeza.

The real youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora