C U A T R O

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¿Había algo peor que ir al cine el día que más cara costaba la entrada?

Que encima te llevasen engañada y para ver la película más horrible de toda la cartelera. Estaba empezando a sospechar que mis amigas no me querían y que tenían una especie de reto entre manos para ver cuál de las dos conseguía explotarme la vena del cuello antes.

Danna y Kim habían interrumpido mi siesta diaria de tres horas aporreando la puerta con la excusa de llevarme a comer pizza. Al principio quise matarlas, estaba teniendo un sueño precioso en el que los chicos de BTS me hacían una actuación privada vestidos únicamente en calzoncillos. Pero mi sed se sangre desapareció en cuanto escuche la maravillosa palabra 'pizza' salir de sus labios. Adoraba la pizza, en concreto la barbacoa. Era mi favorita, aunque a veces la engañaba con la de cuatro quesos. Debía aclarar que teníamos una relación abierta, así que técnicamente no estaba haciendo nada malo. Podía permitirme disfrutar de las dos tanto como quisiera.

Me pasé gran parte del trayecto hacia la supuesta pizzería sonriendo como una idiota. Hacía mucho que no comía fuera y se me estaba haciendo la boca agua con solo imaginar el delicioso hilo de queso que arrastraría hacia mis labios en el primer bocado, el olor a pan recién hecho que saldría de la cocina y la escena de una gigantesca pizza ocupando nuestra mesa.

Quién me iba a decir a mí que la única escena que vería esa tarde sería la de la portada de una película horrible.

La decepción, la traición hermano.

—Voy a mataros. Con la comida no se juega —fue lo primero que dije, sin siquiera poder mirarlas a la cara.

—¡Repítelo mirando hacía aquí, porfi! —pidió Danna, señalando la lente de su cámara con el dedo—. Quiero grabar tu reacción para enseñársela a mis seguidores. Hacía mucho que me pedían que te hiciese una broma así.

Encima quería utilizarme para conseguir visitas. Tener una amiga youtuber no era tan genial como pensaba.

Danna había sido una aficionada de lo audiovisual desde que no era más que un moco. Siempre iba con una cámara bajo el brazo e intentaba fotografiar y grabar cualquier cosa que le llamase la atención. Fue ese el motivo por el que no me sorprendió en absoluto que se abriese un canal de youtube. Quería mostrar al mundo su talento tanto para lo audiovisual como para la actuación, que era otra de sus pasiones. Con tan solo siete años empezó a tomar clases de teatro en nuestra antigua escuela y a día de hoy era una de las alumnas más talentosas y aclamadas de todo el instituto. No había un papel protagonista que se le escapase, y los bordaba todos con una profesionalidad admirable. Parecía que estuviesen hechos únicamente para que ella los interpretase.

Resumiendo; mi amiga era toda una artista de los pies a la cabeza, y estaba muy orgullosa de haberla apoyado durante todo este tiempo. La quería y la admiraba muchísimo.

Pero eso no quitaba que en este momento estuviese deseando coger la cámara y metersela por donde no brillaba el sol.

—Si lo hago me tendrás que dar el cincuenta por ciento de las ganancias —la amenacé, obviamente en coña. Mi amiga no ganaba ni un centavo con el canal, y eso que era uno bastante visitado. Tenía alrededor de cincuenta mil suscriptores. No era un canal enorme pero sí uno con un contenido destacable y que conseguía entrarte por los ojos. Danna era una crack en la edición de vídeo, y eso se reflejaba en la pantalla—. Últimamente te pasas los días grabándome. Quiero decir, sé que soy fantástica y mi rostro angelical parece heredado de la mismísima Diosa de la belleza, pero esto empieza a ser acoso.

Mis comentarios cargados de fingida arrogancia parecieron surgir efecto, porque Danna terminó chistando la lengua y apagando su cámara con desgana.

The real youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora