D I E C I O C H O

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—¿Cómo te han ido los exámenes? —fue lo primero que preguntó mi madre, pegando un grito desde la cocina, al escucharme cerrar la puerta de casa.

Gruñí a modo de respuesta y dejé caer las llaves sobre la mesita de café. Aparté los pies de Tom de encima del sofá y me senté a su lado. Mi hermano también gruñó y se enderezó, quedando sentado con las piernas cruzadas como si fuera un indio. El tío no había ido a clase porque, supuestamente, estaba enfermo. Pero yo no me lo creía demasiado. Tom era muy buen actor cuando quería.

—¿Eso qué significa? —preguntó mi madre, refiriéndose a mi gruñido.

—Bien, creo —contesté sin más, encogiéndome de hombros. Mi progenitora salió de la cocina secándose las manos en un trapo y se sentó con nosotros.

—¿Entonces, a qué viene esa cara de asco? —inquirió.

—Es su cara —murmuró el plasta de mi hermano.

—Tom, ve a tu habitación —le ordenó mi madre, antes de que pudiera tan siquiera pensar un insulto a modo de defensa.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ahora —habló tajante, señalando el pasillo con su dedo índice. Tom suspiró y se marchó arrastrando los pies por el suelo. Una vez nos quedamos solas en el salón, volvió a mirarme, pero esa vez con una expresión más suave.

—Cariño, ¿va todo bien?

Lo preguntó con un tono excesivamente dulce, algo que mi madre jamás haría. Fue por ese motivo que tardé un poco más de lo normal en responder.

—Eh... sí, ¿por qué? —respondí, intentando actuar lo más normal posible.

Me dedicó una sonrisa de lado y dejó el trapo sobre la mesa, después agarró mi mano y la apretó un poquito.

—Llevas ya un par de semanas actuando muy distante con nosotros. Te noto distraída y aislada, como si solo quisieras estar contigo misma y tus pensamientos. —Hizo una breve pausa y añadió—:  Yo también he tenido tu edad, ¿piensas que no sé qué te pasa?

—¿Y qué crees que me pasa? —pregunté desinteresada, porque sabía que no acertaría. Quiero decir, era imposible que mi madre contestase; ¡Estás hecha una mierda porque acabas de descubrir que Brett prácticamente asesinó a la hermana del chico que te gusta y para colmo tu prima no para de tocar las narices!

—Te han dejado en la friendzone.

Abrí mucho los ojos, no porque hubiese acertado, claro, de hecho, estaba muy lejos de hacerlo. Sino porque mi madre conociese la palabra friendzone. Apreté los labios para no estallar en una carcajada y negué levemente con la cabeza.

—Es más... complicado —me limité a decir.

—Pues cuéntamelo —sugirió, como si fuese tan fácil—. Soy tu madre y estoy preocupada por ti.

Se me hizo raro que dijese eso. Nosotros éramos una familia muy poco cariñosa, rara vez solíamos decirnos que nos queríamos o que estábamos preocupados. A excepción de mi padre, claro. Él era un hombre extremadamente comprensivo y afectuoso. A veces le envidiaba. Tanto a mamá como Tom y a mí nos costaba demasiado dar un simple abrazo o un beso. Menuda tontería, ¿verdad?

—Son chorradas de la adolescencia, mamá —intenté calmarla con una sonrisa—. Se me pasará, te lo prometo.

No pareció muy convencida con mi respuesta, sin embargo, decidió no mencionar nada más sobre el tema. Su teléfono comenzó a sonar sobre la mesita de café pocos minutos después y la pantalla se iluminó mostrando un numero excesivamente largo, pero que reconocía con claridad.

The real youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora