V E I N T I D O S

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Los gritos de Kim y Danna me despertaron a la mañana siguiente, provocándome un intenso dolor de cabeza. Estaban discutiendo porque, al parecer, mi prima había perdido una goma del pelo que Danna le había dejado la noche anterior.

¿Acaso esa goma era de oro? ¿Por qué armar tanto escándalo?

Me levanté de la cama sin siquiera dar los buenos días y arrastré mis pies hacia el baño, dispuesta a prepararme para empezar un maravilloso nuevo día.

Nótese el sarcasmo.

Mi rostro estaba ojeroso y pálido, y sabía perfectamente el motivo. No había conseguido dormir bien. Lo que había pasado con Alexa y Carter me dejó muy tocada y me pasé gran parte de la noche dando vueltas sobre mi cama y pensando en cómo iba a reaccionar cuando me lo encontrase.

Menuda duda más tonta... pues reaccionaría de manera normal. Carter era mi amigo, o al menos en eso habíamos quedado. No podía ir y pedirle explicaciones como una psicópata, y tampoco debía esperar a que él viniese, por mucho que en el fondo desease que lo hiciera.

Me até los mechones rubios en un moño mal hecho, me puse mi bikini azul marino y un vestido de encaje playero encima. En menos de dos horas estaríamos en las cascadas del río Dunn, uno de los lugares más preciosos de Jamaica. No podía pasarme el día entero con cara de culo. A mucha gente le encantaría estar en mi lugar. Le dediqué una forzada sonrisa a mi reflejo antes de salir del baño. El ambiente en la habitación se había calmado. Kim y Danna ya estaban vestidas y preparadas para bajar a desayunar. Kim me abrazó y me dio los buenos días. Esa inesperada muestra de cariño me dejó un poco extrañada, pero enseguida entendí que lo había hecho para darme ánimos. Danna, en cambio, me saludó con una mano sin mirarme mientras que con la otra seguía tecleando a duras penas en su teléfono. Esa chica nunca estaba quieta, se pasaba la vida metida en las redes sociales. A veces me preocupaba que pudiera pasarle algo grave, pero bueno, Danna era muy espabilada. Pasase lo que le pasase sabría apañarse sola.

El restaurante estaba prácticamente desierto. Todavía no había bajado nadie a excepción de los profesores y un grupo de cinco alumnos del otro instituto. Dejamos nuestras mochilas en la primera mesa que vimos libre y nos dirigimos hacia el bufet. Menos mal que habíamos bajado las primeras, sino ya no quedaría nada. Las tres elegimos tomar café, lo cual no me sorprendió. Éramos muy amantes del café con leche, con la única diferencia de que a mí me gustaba corto. Odiaba el sabor de la leche y cuanto menos me echasen, mejor. Agarré una pasta de crema para acompañar y un paquetito de galletas por si me entraba hambre en el bus. Kim se echó medio recipiente de cereales y Danna arrasó con la fruta. No iba a juzgarlas por ello, era comida gratis.

Nuestros compañeros llegaron poco después de sentarnos, armando un jaleo espectacular. Alexa nos sonrió y nosotros sonreímos de vuelta, aguantándome las ganas de levantarme y darle un cabezazo. Avanzó hacia el final del restaurante y se sentó en una mesa pegada a la pared junto a Lisa. Austin Nate y Carter entraron después, riendo y propinándose leves empujones. En cuanto los ojos de Carter se cruzaron con los míos, agaché la cabeza e hundí la nariz en mi pequeña taza de café, en un intento por fingir que no le había visto, aunque era muy obvio, y más si lo tenía enfrente. Austin palmeó mi hombro a modo de saludo cuando pasó por mi lado. Nate se dirigió a nosotras con un ''buenos días'' y continuó caminando tras Austin.

Y Carter... bueno. Sinceramente no supe ni lo que hizo, porque en cuanto estuvo a punto de pasar por mi lado, me levanté, agarré mi bandeja y me precipité contra la barra del restaurante. No supe si me miró, tampoco si saludó, pero lo que sí supe es que choqué con él.

Sí. Choqué con él y le vacié el poco café que quedaba en mi taza sobre su camiseta. Danna y Kim se quedaron con la boca abierta, pero no tanto como yo. Juraría que mi mandíbula estaba casi rozando el suelo, al igual que mi dignidad. Me quedé petrificada contemplando la mancha negra que le había dejado en su camiseta blanca. Porque sí, encima era blanca. Si es que no podía tener más mala suerte, joder.

The real youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora