Capitulo 12.

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–¡Ella quiere que el santo terror de la tía Vic sea el pajecito!

La “ella”, por supuesto, era mamá. La tía Vic era la hermana más joven de mi papá del tercer matrimonio del abuelo, y el santo terror era su hijo de tres años, Vincent.

—¿Por qué? —pregunté, empezando a pensar que Sarah tenía razón y que mamá podría haber ido demasiado lejos.

—Porque es lindo.

—En fotos, sí, pero él es como el Demonio de Tasmania en persona. —Honestamente, el niño fomenta una ráfaga de brisa dondequiera que va.

—Habla con ella, ¿lo harás?

—¿Yo? Es tu boda. Habla tú con ella. 

—Vamos, Megan, eres su favorita. 

—Solo porque no estoy allí.

Era martes por la noche y acababa de terminar mi turno. Estaba caminando por la acera iluminada que se extendía del parque temático al dormitorio. A mi derecha estaban la arena y el lago. La gente todavía estaba en la playa, y podía escuchar a personas en la piscina del hotel mientras caminaba por allí.

En mi mochila había una postal de “Deseo que estuvieras aquí” que había agarrado en H&G hoy para enviársela a Nick. Lo estupendo de un parque temático era que tenía muchas postales, regalos pequeños, y cosas del tipo estoy teniendo un momento grandioso, pero te extraño. En realidad había comprado un oso de peluche de quince centímetros que también iba a enviarle a Nick. Sólo algo pequeño para que supiera que estaba pensando en él.

—Es tu boda, Sarah. Estás a punto de convertirte en una esposa. ¿No deberías ser capaz de decirle a alguien cuando no te gusta algo que esté haciendo?

—¿Estás diciendo que no debería casarme?

A pesar de que había otras personas cerca, especialmente otros volviendo al dormitorio después de terminar sus turno, todo parecía tan tranquilo sin los juegos alrededor. Pensé que a diferencia de hace una hora, ahora alguien podría escucharme si gritaba. Y realmente estaba tentada a hacerlo.

—No, no estoy diciendo eso. Sólo estoy diciendo que tienes que hacerle frente tú sola. 

—Es sólo que puedo verlo corriendo por ahí, tirándose en el suelo, pateando...

—Estás predicando el coro aquí

Ella gruñó.

—Esto habría sido mucho más fácil si hubieras estado aquí este verano.

Para ella quizás. De ninguna manera habría sido más fácil para mí.

—Así que, ¿qué estás haciendo? —preguntó, cambiando de tema repentinamente.

—Caminando al dormitorio. Realmente me gusta este lugar, Sarah.

—Vas a venir a casa para mi boda, ¿cierto?

—No me la perdería. Ahora ve a hablar con mamá. Dile que es tu boda y no quieres al pequeño monstruo.

—De acuerdo. Te quiero, hermanita.

Colgó antes de que pudiera decir.

—Yo también te quiero. —Su sincronización era perfecta. Ya había llegado al dormitorio. Realmente esperaba que pudiera ser lo mismo para su boda. Una perfecta sincronización en todo. Quizás debería llamar a mamá y sugerirle que se aligerara.

Caminé dentro del dormitorio y fui a los ascensores, saludando a un par de personas que estaban allí paradas.

En el sexto piso, Zoe estaba saludándonos, como lo hacía cada noche.

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