Era indudablemente obvio que Jordan ya se había mudado. Era igualmente obvio que no se daba cuenta de que sólo iba a estar aquí durante tres meses o que estaba compartiendo una habitación con alguien. Hice mi camino con cautela a través del pantano de mierda que había dejado en la habitación: cajas desechadas, ropa amontonada, patines en línea, raquetas de tenis, ¿qué le hizo pensar que estábamos aquí de vacaciones?
Había una cama individual a cada lado de la habitación. En la pared más lejana, un escritorio -uno para mí, uno para mi compañera de cuarto-, situados uno a cada lado de la ventana que daba al lago. Las persianas estaban recogidas así que tenía una espectacular vista del agua.
En mi escritorio había un teléfono. El de ella tenía una computadora, una televisión y un set de altavoces para iPod. Yo suponía, por la cantidad de prendas de ropa tiradas sobre la cama de la derecha, que Jordan había reclamado para sí esa parte de la habitación. La cómoda junto a ella estaba abarrotada, la puerta de acordeón de su closet medio abierta.
Sentándome en lo que percibía que era mi cama, con mi maleta solitaria y la mochila en el suelo a mi lado, me pregunté si debería tratar de encontrar a Zoe (Londres) y pedir un cambio de habitación. Mi compañera de cuarto era una vaga. No es que fuera una maniática del orden o cualquier otra cosa, quiero decir, mi mamá me tenía que amenazar con retener mi mesada para que limpiara mi cuarto, pero seamos honestos aquí. En casa, la habitación entera estaba bajo mi dominio. En este caso, se suponía que debíamos aprender a vivir con alguien nuevo, dar y recibir por igual, compartir, respetar el espacio de la otra persona. Jordan ya tenía acaparadas tres cuartas partes del espacio. Mi primera impresión de ella se había formado: vaga, desconsiderada, desastre.
Sonó el teléfono.
Sabía que no podía ser para mí. No le había dado a nadie el número todavía. Además, yo tenía un celular en el bolsillo delantero de mi mochila que cualquiera que me conociera podía utilizar. Pensé dejar el teléfono del escritorio sin contestar, pero eso iba en contra de mi naturaleza. Hay algo sobre el timbre del teléfono que me obliga a contestarlo. Incluso cuando sé que no va a ser para mí. Así que hice lo que cualquier chica que se precie haría. Contesté.
-¿Hola?
-¡Hey! ¿Es el cuarto de Jordan?
-No, soy su compañera de cuarto. -No sé qué se apoderó de mí obligándome a lanzar un comentario inteligente, pero el chico se echó a reír.
-¡Muy gracioso! ¿Está ella allí?
-No.
-¿Puedo dejar un mensaje?
-Seguro.
-Sólo dile que Cole "Love ya".
-De acuerdo.
-Gracias.
Colgué el teléfono. Me incliné, tomé mi mochila, la puse en mi cama y saqué mi libreta de decisiones. En comparación con la tecnología moderna, mi toma de decisiones era muy anticuada: un cuaderno de espiral en la que escribía la lista de los pros y los contras de cualquier decisión importante, por lo que siempre tomaba decisiones inteligentes e informadas. Es una especie de obsesión. Sarah siempre me dice que lo llevo a los extremos, pero creo en el estudio de todas las opciones.
Me dirigí a la última página, sacudí una hoja de papel en blanco, y escribí: "llamó Cole". De ninguna manera iba a ser transmisora de mensajes muy personales sobre el amor. Doblé el papel por la mitad y lo coloqué en el borde de la mesa, metiendo un rincón debajo de sus altavoces para iPod.
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Thrill Ride
Humor¡Viaje emocionante! Entrada para un día: $ 15 Trabajo de verano: Pros: Vivir por mi cuenta (más compañeros de habitación) Los viajes son gratis (pero evitar las montañas rusas, ¡demasiado miedo!) Compañero de trabajo súper sexy... Contras: No...