× U N - S Í

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El año se había acabado, llegó un inicio donde el invierno aún era nuestro compañero en la naturaleza. Ya no faltaba casi nada de ser graduado, la emoción de intentar ser un poco más independiente no me dejaba dormir. Habían varios caminos que yo quería seguir, pero creo tener suficientes años más de vida para llevarla con calma, de una por una.

Ese día, aun más frío que el anterior, fui con Soraru-san a mi primer hogar, donde mi madre nos esperaba con calientes tazas de chocolate y una sonrisa que no se podía borrar con nada en este mundo. El motivo de nuestra ida: anunciarle el ya increible compromiso que llevaba en mi dedo anular y mi corazón.

No le había dicho desde el primer momento en que recibí el anillo. No me atrevía a hacerlo por el miedo que inundaban mis ganas de contarle. Era algo así como el temor a ser rechazado por ella, y viendo el único lado que había; ella era mi única familia.

Estaba tan nervioso que Soraru-san lo notó inmediatamente. Si no fuera para hacer sospecha, me hubiera tomado de la mano y me hubiera dicho que todo iba a estar bien, aunque en la mera realidad eso fuera mentira.

Intenté controlar los latidos dolorosos de mi corazón, así como mi respiración y mis dedos que no dejaban de moverse. Conté hasta 10 en mi mente, imploré a que mi madre fuera comprensiva, pensé en lo peor y en lo que debía hacer después si todo salía mal, y todavía no me quita la sorpresa de su respuesta.

---M-mamá...--- comencé con la voz temblorosa.--- Y-yo debo decirte algo m-muy... Muy... Ah... ¿C-cómo empezar?... ¡Esto es c-complicado!

Mi madre me lanzaba miradas confusas.

---Ah... Desde hace tiempo... Y-yo... O bueno... N-nosotros...--- sentía mi rostro muy caliente, se me estaba yendo el aire. ¿Tan difícil era decirle a mi madre que estoy comprometido con un hombre con unos cuantos años mayor que yo?.

---Señora--- intervino Soraru-san.--- Lo que su hijo intenta decir es que desde hace un tiempo, ambos estamos comprometidos.

Y el mundo pareció detenerse.

¡¿Cómo había hecho eso?! ¡Sin una pizca de pena, de miedo, de algo que le delatara que se sentía igual que yo! Lo había dicho como si la noticia no tuviera relevancia, y el rostro de mi madre también daba la misma señal.

---Fue en noviembre cuando le pedí a su hijo que se casara conmigo--- siguió con esa expresión seca y fría. Tan típica de él. Yo le miraba con la boca abierta y el sonrojo ya extendido por todo mi cuerpo.--- Ahora quiero saber si usted acepta que su hijo se case conmigo, por favor.

Me vi tan tonto e inservible, y lo fue más cuando lo único que hice fue mover mi cabeza de arriba hacia abajo en forma de aceptación a todo lo que él había dicho.    

---Comprometido.... Con mi hijo...--- repitió mi madre con expresión seria.

Ya veía venir la ventisca, la deshonra, el rechazo. Me estaba preparando muy bien, pero nada me iba a salvar de llorar esta noche en mi departamento, ni siquiera Soraru-san.

Hubo un silencio aproximado de cinco minutos. Ya no soportando la incomodidad, hablé:

---¡Di algo, por favor!--- supliqué con lágrimas en los ojos.

Ella no hizo mas que soltar un suspiro, alzar nuevamente la vista y sonreír.

---Ya decía yo que su relación amistosa era muy extraña--- habló sin una pizca de odio o sarcasmo.

---¿E-eh?

---¿Sabes, Mafumafu? Es muy raro que tu amigo haga tantas cosas por ti de una manera muy especial, y es muy raro que tú llegues a un extremo de tristeza cuando tu amigo se enferma o no sabes de él por varios días--- comenzó a explicar.--- Son pequeños actos que tú mismo dejas libre, que no puedes ocultar por mucho tiempo. Ustedes se han ayudado de muchas formas, siendo tan distintos, no me sorprende que se hayan enamorado.

El Gato Negro  [SORAMAFU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora