Capitulo 10

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El sol del domingo por la mañana entraba por las ventanas de la casa de Alfred en Barcelona, iluminando la habitación dónde éste se encontraba rodeado de papales con letras inacabadas y melodías inconexas. Después del concierto y en la posterior fiesta privada de la discográfica para los rostros vip de la sociedad, no había podido hablar con Amaia desde que se despidieron en el escenario, y los recuerdos de ella cantando junto a él, no lo habían dejado dormir, así que, había decidido invertir su tiempo en su música. Había visto como las horas oscuras de la noche no ayudaban a sus versos a nacer, ni tampoco como los primeros rayos del día hacían florecer sus melodías, y aunque trataba de centrarse, todos sus pensamientos se iban volando una y otra vez a la sonrisa que le había dedicado Amaia mientras cantaban Londres.

Cuando dieron las diez de la mañana, tras prepararse su segunda taza de café del día, decidió que si él no podía dejar de pensar en ella, quizás sería buena idea hacer que ella pensara por un momento en él. Sin pensarlo dos veces se fuera a arrepentir, Alfred agarró el teléfono, y minutos después lo volvió a dejar sobre la mesa con una sonrisa de lado a lado. Mientras, comenzaba a recoger todas las hojas del suelo, el telefonillo del portero comenzó a sonar, y se acercó a ver quien era. Minutos después, su tío Toni entraba por la puerta, y lo saludaba.

- ¡Buenos días! Menuda cara tienes... ¿has dormido algo? – le preguntó al ver el suelo cubierto con hojas de papel.

- Nah... no mucho la verdad – le respondió Alfred mientras le ofrecía una taza de café a su tío - ¿qué haces aquí tan temprano un domingo?

- He venido a recogerte, tenemos una cita.

- ¿Una cita? ¿Con quién? Hasta dónde yo sé, hoy no tenía nada planeado.

- Efectivamente, no había nada planeado, pero ayer estuve hablando en la fiesta con Manuel, el directivo de la discográfica, y acordamos vernos esta mañana en el hotel antes de que regrese a Madrid.

- ¿Y sabes de qué quiere hablar exactamente? – le preguntó Alfred mientras recogía todas las hojas y la guitarra.

- La verdad es que no, supongo que será por el tema de tu disco, y para felicitarte por tu participación en el concierto de ayer. ¿Has leído ya los comentarios de la prensa?

- No... no he tenido cabeza para entrar en mis redes sociales y ver qué han puesto.

- Pues en resumen... que fue increíble. La gente estaba muy contenta de volver a veros compartir escenario a Amaia y a ti.

- Sí bueno... ojalá se pueda repetir algún día, ¿no? – le guiño un ojo a su tío – una cosa, ¿a qué hora hemos quedado?

- A las doce.

- Perfecto, pues entonces me voy a duchar y a arreglar. Te quedas en tu casa tío. – le dijo Alfred mientras desaparecía tras la puerta del cuarto de baño para ducharse, y así espabilarse un poco, tras toda la noche sin dormir.


Mientras tanto en uno de los mejores hoteles de Barcelona, Marta volvió a tocar en la puerta de la habitación de Amaia. La había llamado al teléfono de la habitación, aunque sabía que era inútil, como de costumbre lo tenía descolgado, siempre hacía lo mismo, cuando se iba a dormir desconectaba el teléfono para que al día siguiente no la pudieran molestar. Pero Marta que ya la conocía, la estaba llamando al teléfono móvil a la par que a la puerta, y tras varios minutos, por fin escuchó ruido proveniente del interior de la habitación. Unos segundos después, una Amaia medio dormida abría la puerta dejando entrar a Marta.

La magia de la melodía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora