Capitulo 21

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Ya era prácticamente la hora de almorzar, cuando Amaia se había levantado de la cama. No había sido capaz de dormir mucho, había dado mil vueltas entre las sábanas. Y ahora se moría de hambre, así que reuniendo todas las fuerzas posibles salió de su habitación. Mientras decidía que salsa preparar para acompañar la pasta que iba a hacer, su mente no dejaba de rememorar lo sucedido horas antes. Alfred se había presentado en su casa, habían hablado y no sabía cómo habían terminado besándose. La sensación de sentir sus labios otra vez unidos, sus manos recorriendo su espalda, el sabor a café de la boca de Alfred mezclado con su esencia, no la había dejado pegar ojo. Había sido como volver el tiempo atrás, donde estaban solos en casa o en alguna habitación de hotel, acurrucados en el sofá entre los brazos del otro. No necesitaban nada más, solo ellos. Pero ya no eran esos críos, habían crecido, sus caminos se habían separado, y ahora parecía que Alfred se empeñaba en volver a unirlos. Por suerte, el teléfono sonó a tiempo de que avanzaran más, devolviéndolos a la realidad. Amaia tendría que agradecer por una vez la histeria de su amiga Aitana, que le había enviado un audio a esas horas de la madrugada explicándole su última rayada con Cepeda.

- Amaia... yo – le había dicho Alfred cogiéndole las manos y obligándola a mirarlo – no he podido resistirme, me moría de ganas de besarte desde el concierto de Barcelona... el otro día en casa de los Javis... yo... no puedo resistirme si te tengo tan cerca...

- Esto no puede ser... no debías haberme besado... - había argumentado Amaia levantándose del sofá.

- ¿Por qué? Si tú lo deseabas tanto como yo... yo te he besado, pero tú me has respondido... - continuó Alfred levantándose a la par que Amaia, impidiendo que huyera de él.

- Es verdad... nos hemos besado... yo te he respondido... pero no se puede repetir... lo que ha pasado ha sido fruto de una debilidad, porque... porque estábamos hablando del pasado y me han vuelto muchos recuerdos... pero nada más.

- Si tú lo dices... pero para mí hay otra explicación... mucho más sencilla... sigues sintiendo algo por mi... aunque estés con Dani – le soltó Alfred dejándola marchar en dirección a la cocina, incapaz de ver la reacción de Amaia al escuchar sus palabras. Amaia que lo había escuchado cuando ya se había girado, no entendía nada, que tenía que ver Dani con ella, si solo eran muy buenos amigos. Amaia no quería que se repitiese porque no sabía si tendría las fuerzas necesarias para resistirse a él. Alfred seguía siendo el dueño de su corazón, pero le aterraba volver a intentarlo, volver a ser la segunda opción, volver a poner a Alfred en la disyuntiva de elegir entre lo que más amaba y ella, volver a sufrir y que la historia se volviese a repetir. Ya no tenía las mismas fuerzas de antes para sobreponerse. Después de dejar las tazas en el fregadero, volvió hacia la sala dónde un Alfred pensativo seguía de pie junto al sofá.

- Alfred... creo que por el bien de ambos, deberíamos olvidar esto que ha pasado, e irnos a descansar. Si quieres te puedes quedar en la habitación de invitados, no hace falta que te regreses a tu hotel a estas horas y con la que esta cayendo - le comentó Amaia haciendo referencia a la lluvia que continuaba cayendo, y que se escuchaba chocar contra los cristales de sus ventanas.

- Esta bien... si me dejas, me quedo... y por lo de olvidarme de lo que acaba de pasar, siento no poder cumplir lo que me pides... eso... no es lo mejor para ninguno de los dos... - dijo acercándose a ella – tus ojos y ese beso que hemos compartido dicen más verdades que tus palabras... así que, no, no lo voy a olvidar – concluyó colocándole un mechón de pelo detrás de la oreja – Que tengas buenas noches y dulces sueños – le dijo dándole un beso en la mejilla.

Después de despedirse, Amaia se metió en la cama diciéndose que aunque no pudiera dormir, se quedaría acostada en la oscuridad esperando que las horas pasaran y su mente se aclarara. Para su sorpresa, Alfred tampoco podía dormir, y supuso que había cogido la guitarra que tenía siempre en el salón, porque hasta su habitación llegaba el sonido de las cuerdas.

La magia de la melodía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora