Capitulo 19

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El fin de semana había pasado lentamente para Alfred. Prácticamente lo había pasado encerrado en el hotel, entre su habitación y el piano-bar, del que ya era un asiduo, para poder trabajar en sus composiciones. Desde que había regresado de casa de los Javis, había dos imágenes que no se le habían borrado de su mente. Por un lado, la ilusión y la sonrisa de Amaia y cómo se mordía el labio esperando a que él le diera su opinión sobre la canción que le estaba mostrando; y por otro lado, la imagen de cómo se subía a su coche acompañada por Dani a altas horas de la noche.

Se había pasado esos dos días intentando amigarse con lo vivido el viernes por la noche. Recordando momentos del pasado, dónde era él quien le abría la puerta del coche, y ella le respondía con un suave beso antes de entrar mientras le apretaba los mofletes; o cuando se pasaba horas y horas delante del piano escribiendo alguna canción, y sólo necesitaba que ella le mirase con sus ojos brillantes para saber que le había gustado, y la valorase más que él mismo. Aunque todos esos pensamientos habían ido ocupando cada vez más líneas en sus escritos, el laberinto de emociones que vivía que ni él mismo entendía, habían dando lugar a letras inconexas, impropias y desconectadas de cualquier realidad.

Pero por fin, había llegado el día, y aunque todavía faltaba un cuarto de hora para la hora señalada, Alfred ansioso de ponerse a trabajar, ya entraba por la puerta del edificio dónde se encontraba la mujer en el que en esos momentos tenía depositadas todas las esperanzas de su música. Saludó a Carlos, el portero, que no le puso ningún inconveniente para entrar, y subió en el ascensor. Cuando llegó al último piso, esperaba encontrarse a Manu, como las veces anteriores, pero no había nadie, simplemente se escuchaba el sonido de un piano acompañado por acordes de una guitarra. Después de unos segundos en los que nadie acudía a recibirlo, decidió acercarse hasta la sala de mezclas. Mientras andaba por el pasillo, escuchó ruidos en otras salas, debía de haber gente de la productora trabajando, pero estaban todas las puertas cerradas por lo que no lo vieron pasar. En la sala de mezclas no había nadie, pero una de las puertas de las salas desde la que provenía la música estaba entreabierta. Tras unos momentos de indecisión, decidió acercarse para avisar de qué estaba allí, y con un poco de suerte descubriría quien era la persona que tocaba el piano y se escondía tras el cristal.

¿Hola? – llamó un dubitativo Alfred mientras se acercaba a la puerta y daba un par de golpes con los nudillos. Un segundo después la música se paró.

- ¡¿Alfred?! – le respondió un sobresaltado Manu, apareciendo rápidamente en su campo de visión y sujetando la puerta para impedirle que la abriera más y viera el interior dónde se encontraba Amaia, acompañada de la guitarra, sentada junto a los ventanales - ¿cuándo has llegado? Todavía no es la hora, ¿no?... No nos han avisado de que subías... o por lo menos no hemos escuchado nada...

- Eh, no... me he adelantado un poco, pero tenía ganas de venir... - empezó a decir intentando ver más allá el interior de la blanca habitación dónde se vislumbraba un piano, mientras Manu le hacía gestos para que anduviera hacía la sala general y así cerrar la puerta de la habitación dónde estaba.

- Sí, ya veo que te has adelantado un poco – dijo Manu mirando el reloj de su muñeca para luego mirarle a él, y levantarle un ceja mientras hablaba – generalmente, no llegas nunca puntual a ningún sitio, y hoy...

- Ya... espero no haber interrumpido nada... - dijo señalando con un dedo hacia la sala de donde había salido Manu.

- No pasa nada... solamente estábamos tocando un rato, jugando un poco... vamos... pasando el tiempo... - le dijo mientras se sentaba delante del ordenador, y preparaba todo.

- Pues sonaba muy bien... supongo que tú estabas al piano, ¿no? – Alfred que lo conocía sabía que Manu era un gran músico pero limitado a un instrumento, no le gustaba la guitarra, y tampoco se encontraba a gusto tocando las cuerdas. Discretamente vio como Manu asentía con la cabeza – o sea, que también toca bien la guitarra... ¿Hay algo que no sepa hacer ella?

La magia de la melodía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora