La magia de la melodía ©

Capitulo 14

Manu no paraba de andar por la zona de espera de la discográfica, frotándose las manos, esperando a que llegara su cita para hablar. Javier le había dicho de quedar en el estudio, pero había rechazado esa posibilidad ante el hecho de que lo acompañaba Alfred. Un Alfred que lo miraba nervioso desde el sillón dónde se había sentado después de saludar a la recepcionista. En el fin de semana, le había contado a su tío toda la situación, y lo que tenía pensado hacer para solucionarlo. Toni no quiso dejar sólo a sus sobrino, y se había empeñado en acompañarlos, aunque todavía no había llegado a la discográfica.

Después de diez minutos, en los que ni Manu ni Alfred se cruzaron palabra salvo alguna que otra nerviosa mirada, la puerta del ascensor se abrió. Javier se acercó hasta dónde estaban, mientras Alfred se levantaba para saludarlo.

- Buenos días, Manu – le dijo apretándole la mano. – Hola Alfred, no esperaba verte por aquí, ¿de reuniones también?

- Sí, la verdad es que sí – y tras mirar a Manu, que asintió levemente con la cabeza, continúo – contigo.

- ¿Conmigo? – le pregunto un extrañado Javier, que miraba alternativamente a los dos hombres que tenía delante – no te entiendo. Yo tengo una reunión con Manu. ¿Para qué me iba a querer reunir contigo?

- Será mejor que entremos a alguna sala y te explique la situación – comenzó Manu, mientras con la mirada invitaba a Javier a seguirlo hasta una de las salas acristaladas de reuniones disponibles para esos encuentros. Una vez entraron los tres, y se sentaron, Javier los miraba atónitos, esperando que alguno le aclarase lo que ocurría.

- No estoy entendiendo nada. ¿Me podéis explicar qué hago aquí?

- Javier – comenzó Manu, mientras Alfred observaba en silencio al que un tiempo atrás había sido su cuñado – nosotros habíamos quedado para firmar los papeles por los derechos del arreglo de la canción de Amaia, ¿cierto?

- Así es, ¿y no sé qué tiene que ver eso con Alfred?

- Pues... la realidad es que yo no puedo firmar esos papeles. El arreglo no es mío, sino de él – le dijo Manu a un sorprendido Javier señalando a Alfred – Tu hermana me dejó el disco para que lo escuchara, y la pudiera ayudar a encontrar lo que creía que le faltaba. Supongo que eso ya lo sabes. – tras un leve asentimiento de Javier a esa afirmación, continuó – Él vio donde lo guardaba, y cuando no estaba en el estudio, escuchó el disco sin mi consentimiento. Sabía que Amaia no estaba conforme, que buscaba algo más y grabó el arreglo en cuestión, que yo luego le enseñé a tu hermana...

- Pero... ella me dijo que... el arreglo era tuyo...- verbalizó en voz alta Javier sus pensamientos.

- Yo no quise que Manu le dijera que era mío – intervino por primera vez Alfred dirigiéndose a Javier – Tenía miedo que si lo sabía, lo rechazara. No quería arriesgarme, creía que era lo que necesitaba.

- Y ahora, estamos aquí – los miro a ambos Manu.

- Un momento... – les dijo Javier poniendo las manos sobre la mesa, recapitulando en su cabeza todo lo que le habían dicho – me estáis diciendo que... en primer lugar, tú – dijo señalando a Alfred – escuchaste el disco de mi hermana sin su permiso, y – vio como Alfred asentía – que no conforme con eso, grabaste un arreglo para una de sus canciones, – Alfred volvió a asentir – que Manu le mostró el arreglo a mi hermana haciéndolo pasar por propio – esta vez asintieron los dos – y que ninguno de los dos, ha tenido el valor de decirle la verdad – volvieron a asentir. Javier los miraba atónico, y lo único que fue capaz de hacer fue preguntarles - ¿pero a vosotros qué diablos os pasa? ¿No conocéis a mi hermana? Los dos habéis tenido o tenéis la suficiente relación con ella, como para saber, que Amaia pasa olímpicamente de prejuicios. Si algo, en este caso el arreglo le gusta, le gusta; y le hubiese dado igual, si era tuyo – dijo señalando a Alfred –, del vecino del quinto o del más purista de la música. Pero lo que realmente le va a molestar, es que la hayáis engañado.